31 marzo 2020

Masiosare, un extraño enemigo



Mas si osare un extraño enemigo
profanar con sus plantas tu suelo, 
piensa ¡oh patria querida! que el cielo, 
un soldado en cada hijo te dio,

se canta en una de las estrofas del belicoso himno nacional de México cuya letra compuso Francisco González Bocanegra en 1854.

Masiosare se convirtió a partir de ahí, por corrupción lingüística, no sólo en un nombre propio que llevan algunos mexicanos, sino en la encarnación del invasor, de ese “extraño enemigo” que se entendía como su aposición, y en un síndrome propio de cierto nacionalismo mexicano. 

Y así, Masiosare, nuestro extraño enemigo, titulaba en 2017 Juan Miguel Zunzunegui un libro en el que reflexiona sobre la realidad histórica, política y social de México, sobre el inconsciente colectivo y los patrones de conducta de un pueblo capaz de alimentar su patriotismo con la figura de Masiosare, un extraño enemigo.

En 2011, Juan Miguel Zunzunegui escribió un artículo -“Masiosare: Un Extraño enemigo”- que empezaba así:

Masiosare, ese extraño enemigo del que se hace mención en nuestro himno nacional, ha reaparecido y está nuevamente entre nosotros: profanó con su planta nuestro suelo y está listo para destruir a México.

Lo triste es que Masiosare es extraño pero no extranjero y de hecho ha estado eternamente entre nosotros; el principal y más terrible enemigo que ha tenido por siempre el mexicano y es el mexicano de al lado, dispuesto a hacerlo pedazos.

Los mexicanos tenemos esa terrible y maravillosa tendencia a achacar todos nuestros problemas a alguna misteriosa y maquiavélica fuerza ajena a nosotros: perdemos el mundial porque el árbitro está en contra nuestra; en las olimpiadas los jueces de la caminata están en contra de los mexicanos; Fernando Platas no le cae bien a los jueces de clavados y por eso lo califican mal; seríamos ricos si los españoles no nos hubieran conquistado; seriamos potencia si los gringos no nos hubieran quitado el territorio del norte y hubiéramos ganado el mundial del 94 si Bora hubiera hecho los cambios y metido a Hugo Sánchez. Por supuesto, López Obrador hubiera ganado si no fuera por el complot de la derecha internacional orquestado, con el cariño de siempre, por el osito Bimbo.

Nunca se nos ocurre pensar que los problemas de los mexicanos pueden ser culpa de los mexicanos, principalmente porque somos enemigos unos de otros. En casi todos los países del mundo, el ataque de un extranjero provoca la unión del pueblo por más dividido que esté. Aquí nos divide más.