05 abril 2020

Libros en cuarentena


Aunque para preservar la salud pública quienes deberían estar en cuarentena indefinida son los que nos desgobiernan, también los libros forman parte del confinamiento, víctimas colaterales y menores de estos adolescentes irresponsables que sufrimos como un virus más letal que el de la patología clínica.

Son muchas las novedades que han quedado varadas estos días a la espera de tiempos más propicios. Una de ellas, Meditaciones, la antología de El Espectador de Ortega y Gasset que tendría que haber llegado mañana a las librerías editada por Hermida Editores preparada por Francisco Fuster.

El Espectador era el título de la revista unipersonal que José Ortega y Gasset proyectó con una periodicidad bimestral que no pudo cumplir y de la que finalmente publicó ocho tomos entre 1916 y 1934. 

En el Prospecto de El Espectador que Ortega fechó en El Escorial el 1 de enero de 1916 resumía así su proyecto de publicación:

Hablaré en ella de sentimientos y de pensamientos, de arte y filosofía, de política y de historia, de los viajes que hago y de los libros que leo. [...] No pretendo tener otra virtud que esta de arder ante las cosas.

Está en estas Meditaciones el mejor Ortega desde el punto de vista literario, el prosista brillante que, más allá del descuido barojiano o del esquematismo casi telegráfico de Azorín, da constantes muestras de una prosa de largo aliento, elaborada, clara y tersa que alcanza en estas páginas sus manifestaciones más altas.

Son las páginas de Ortega que han soportado y seguramente soportarán mejor el paso del tiempo por la consistencia estilística de una prosa en la que conviven el matiz y la limpidez, la levedad fluida de la frase y la precisión luminosa de sus imágenes.

Y aunque en todos ellos está el pensador profundo, estos no son textos estrictamente filosóficos, sino manifestaciones de la curiosidad intelectual de un observador perspicaz. Están en su variedad más cerca del libro de viajes, de la crítica literaria, de los apuntes sobre pintura, arquitectura o música.

Con la reflexión sobre España al fondo, son ensayos de ética y estética, textos en los que el extraordinario prosista que fue Ortega dejó la impronta de su voluntad de estilo, de su intuición y su inteligencia, de su capacidad para la sutileza, para la metáfora o la sugerencia impresionista.

Así lo destaca Francisco Fuster en su prólogo:

“Ese extremado celo se nota en el contenido de los ocho volúmenes que integran El Espectador, pero también en la forma: en la brillantez de una prosa excelsa y sensual, llena de metáforas sugerentes y de un vocabulario riquísimo, exuberante. Que en Ortega fondo y forma van necesariamente unidos es algo que ya saben sus lectores, acostumbrados desde la primera página al personalísimo estilo de su autor.”

Observación, descripción y meditación se suceden en estas páginas, en las que la mirada profunda al paisaje y a su carga histórica sirve como palanca de reflexiones sobre política y sociedad. Impresiones de viaje, meditaciones sobre filosofía y cultura, antropología y psicología o crítica literaria y reflexiones como esta, de una de las Notas de andar y ver:

No se crea por esto que soy de temperamento conservador y tradicionalista. Soy un hombre que ama verdaderamente el pasado. Los tradicionalistas, en cambio, no le aman: quieren que no sea pasado, sino presente. Amar el pasado es congratularse de que efectivamente haya pasado, y de que las cosas, perdiendo esa rudeza con que al hallarse presente arañan nuestros ojos, nuestros oídos y nuestras manos, asciendan a la vida más pura y esencial que llevan en la reminiscencia.