Después de la Transición, el enorme crecimiento económico de la etapa de gobierno del PSOE, impulsado por la entrada en la CEE, facilitó una considerable inversión interna. Se gastaron cantidades ingentes de dinero negro en especulación, que se vio favorecida por las medidas de desregulación financiera derivadas de la entrada de España en la Comunidad Europea. La corrupción fue también una respuesta al hecho de que la política democrática en la era de la televisión y los medios de comunicación de masas es enormemente cara. Algunos de los primeros y más notorios escándalos de corrupción -como los casos Filesa y Naseiro- se debieron originariamente a las necesidades de financiación electoral de los partidos políticos. Por supuesto, en cuanto el dinero empezó a circular, una parte fue desviada a bolsillos de particulares de todos los escalafones de la pirámide política, desde el trono hasta el ayuntamiento más humilde. Y aunque con una lentitud exasperante el poder judicial se ha enfrentado al problema de la corrupción, está por ver si alguien consigue solucionar el mal endémico de la incompetencia política. Hasta que se resuelvan ambos, sus consecuencias sociales seguirán dividiendo la política española.
Paul Preston.
Un pueblo traicionado.
España de 1874 a nuestros días:
corrupción, incompetencia política y división social.
Traducción de Jordi Ainaud.
Debate. Barcelona, 2019.
