28 mayo 2020

John Donne y el confinamiento



Al igual que la enfermedad es la mayor miseria, la mayor miseria de la enfermedad es la soledad, cuando el contagio de la enfermedad disuade de acercarse a mí a los que me debieran asistir, e incluso el médico apenas se atreve a acercarse. La soledad es un tormento que ni siquiera nos amenaza en el infierno. En cuanto al vacío absoluto, no lo admiten ni el primer agente, Dios, ni el primer instrumento de Dios, la naturaleza; nada puede estar completamente vacío; y no les gusta algo de grado tan cercano al vacío como la soledad, como ser sólo uno. Cuando estoy muerto y mi cuerpo podría contagiar, tienen un remedio, me pueden enterrar; pero cuando solamente estoy enfermo y podría contagiar, no tienen más remedio que su ausencia y mi soledad. Es una excusa para los que son mayores, que fingen y les cuesta acercarse porque podrían convertirse en instrumentos transmisores de la infección a otras personas con su proximidad; y es una exclusión, una excomunión del paciente, que lo separa de todos los oficios, no solamente civiles, sino también de las obras de caridad. Una larga enfermedad al final cansa a los amigos, pero una enfermedad pestilenciosa los ahuyenta desde el principio.

John Donne. 
Meditaciones en tiempos de crisis. 
Traducción de Ascensión Cuesta. 
Ariel. Barcelona, 2012.