Páginas

22 mayo 2020

Tres momentos para una luz sin tiempo

"Las palabras de Santos Domínguez, destacado poeta y escritor cacereño, nos dan hoy los buenos días y nos acompañan en este viaje lumínico a través de su ciudad. #ContarElArte, Cáceres: Patrimonio De La Humanidad, UNESCO, Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España"




CÁCERES, TRES MOMENTOS PARA UNA LUZ SIN TIEMPO

MAÑANA

La luz matinal y cubista recorta en el horizonte prismas, cilindros y pirámides. Campanarios y cimborrios desde los caminos que por el Este dan en la ciudad levítica que se anuncia desde lejos. Donde el ocre de las torres contrasta con el blanco gastado de la cal se adivinan pájaros, intermedios en el perfil anguloso en el que se cruzan unas edades con otras. Cigüeñas, vencejos o cernícalos sobrevuelan las murallas y los palacios, habitan en las oquedades de sus torres o construyen sus nidos en los tejados y los campanarios de las iglesias. Su vuelo, demorado o eléctrico, propicio al acecho o al merodeo, lo corea un constante fondo de cantos y sonidos que son la banda sonora que acompaña al paseante por el recinto intramuros de la ciudad. Es el mismo sonido que escucharon quienes anduvieron por estas callejas en sombra y estas plazas luminosas mucho antes de que se descubriera América o se inventara la imprenta. Los estratos de la ciudades no sólo se perciben en las excavaciones del subsuelo. Porque también sobre el cielo se perfila la historia contra la puñalería verde de las palmeras.

TARDE

La luz de la tarde tras las nubes de la tormenta ha puesto el oro de los sueños en la piedra de las torres y los campanarios. Junto a la sólida torre almohade, que avanza desde la muralla con la agresividad de los matacanes y el balcón de los fueros, la humildad de la espadaña y la puerta nueva con el arco en esviaje diseñado por Churriguera. Lección de perspectiva y profundidad, reunión de épocas y estilos, intervencionismo historicista para un decorado con erratas y agresiones visuales evidentes. La luz de la tarde las suaviza o las disimula. 
El ascetismo de las nubes, como recién venidas de Toledo desde un cuadro del Greco, es también el ascetismo de la piedra. Su tonalidad negra, la misma del asceta vertical en la plaza desierta, más inmóvil que las nubes de un tiempo en huida y un espacio en su punto de fuga tras los últimos tejados.

NOCHE

Entre la torre civil de los Golfines de Abajo -matacanes y saeteras, miradores altivos- y el campanario de la concatedral con sus cuatro evangelistas, entre el ocre adusto de los muros y el granito ensartado con el hierro, la arquitectura civil y palaciega parece reivindicar la existencia de un Renacimiento que aquí se vistió pronto del luto clerical de Trento. Al fondo, contra el recinto nocturno y amurallado, se perfila oscura, como un animal dormido, la sombra negra de la historia.