Un bicentenario
Hace ahora doscientos años, en la primavera de 1820, Leopardi escribió uno de sus poemas más memorables, La sera del dì di festa, que comenzaba con estos versos:
Dolce e chiara è la notte e senza vento,
e queta sovra i tetti e in mezzo agli orti
posa la luna, e di lontan rivela
serena ogni montagna. O donna mia,
già tace ogni sentiero, e pei balconi
rara traluce la notturna lampa
Por esos mismos días le escribía una carta a su amigo y maestro Pietro Giordani, en la que decía:
También yo estoy suspirando ardorosamente por la llegada de la primavera como única esperanza y medicina que perdure más allá del agotamiento de mi ánimo; y hace algunas noches, antes de acostarme, con la ventana de mi habitación abierta, y viendo en un cielo puro un hermoso rayo de luna, y sintiendo un aire tibio y a unos perros que ladraban a lo lejos, se despertaron en mi interior algunas imágenes antiguas, y mi corazón se sintió conmovido, hasta el extremo de que me puse a gritar como un loco, pidiendo misericordia a la naturaleza cuya voz me parecía oír después de mucho tiempo.
<< Home