27 julio 2020

La delación como género del realismo socialista





Por supuesto, el género de la delación ha existido siempre. Pero nunca floreció con tal profusión como en nuestra historia más reciente.

El realismo socialista, impuesto desde las altas esferas, invadió tanto el mundo del arte como la vida cotidiana. Sus principios exigían que la vida fuera reflejada no tal como era, sino como debería ser, y nadie podía vivir su propia vida, sino la prescrita por la ideología imperante. Pero como en esta organizada y esterilizada vida ideal no había espacio para aquellos que pensaban y vivían de otro modo, era necesario desenmascararlos y exterminarlos sin compasión por todos los medios posibles. En el arte se aplicó una censura muy severa, y en la sociedad se impusieron los soplos y las represalias. Se consideraba el chivatazo un deber cívico y el hecho de no denunciar, un delito. 

Como era de esperar, entre los escritores el género de la delación se desarrolló de formas muy diversas, con una estilística propia, con corifeos y con modelos clásicos.

En primer lugar estaba la delación general como un llamamiento al ajuste de cuentas contra capas enteras de la población, estamentos y clases sociales: la nobleza, la burguesía, el clero, los campesinos acomodados (los kulaks), los intelectuales degenerados, contra todos los contrarrevolucionarios con quienes los bolcheviques discrepaban y que no tenían cabida en el porvenir comunista. Reeducarlos era una tarea demasiado embarazosa y, probablemente, estéril. ¿No era mejor acabar de una vez por todas con todos ellos, borrarlos de las páginas de la historia?


Vitali Shentalinski.
La palabra arrestada
Traducción de Ricard Altés Molina, Jorge Ferrer y Marta Rebón. 
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.