Nuestras fuentes están repletas de prodigios que advertían de la muerte del hombre más poderoso de Roma. Una de las historias más famosas es que la noche del 14 de marzo Calpurnia tuvo una pesadilla en la que, dependiendo de las diferentes versiones, o bien vio cómo se desplomaba el frontón de la casa o bien se vio a sí misma sosteniendo el cuerpo asesinado de César en sus brazos. Por otra parte, el día 15 los sacrificios matutinos se repitieron varias veces, pero los augurios fueron invariablemente desfavorables. Se dice que César se sorprendió por la actitud de su mujer porque no solía creer en supersticiones y que finalmente Calpurnia logró persuadirlo de que se quedara en casa. Envió un mensaje al Senado para informarles de que la mala salud le impedía abandonar su casa para llevar a cabo ningún asunto público. Es posible que hubiera parte de verdad y que no se encontrara bien. Antonio fue el encargado de llevar el mensaje al Senado, pero antes de que saliera, llegó Décimo Bruto: era normal que los amigos pasaran a saludar a un senador importante a primera hora de la mañana, por lo que no había nada extraño en su visita. Ambos habían cenado la noche anterior en casa de Lépido, donde, tras la comida, se supone que se planteó la pregunta de cuál era la mejor manera de morir. César había participado poco en la discusión, pero de pronto alzó la mirada para decir que la respuesta era un fin súbito e inesperado.
Adrian Goldsworthy.
César. La biografía definitiva.
Traducción de Teresa Martín Lorenzo.
La Esfera de los Libros. Madrid, 2011.
