10 septiembre 2020

Para una teoría del aforismo






“El aforismo posee una carga poética y otra filosófica, la creación breve es una verdadera sabiduría, un género, se trata del arte de la brevedad, es decir de la esencia. Pero, como decimos, el aforismo no es tan solo una frase, una ocurrencia, una banalidad. Exige creación auténtica, exige lecturas y conocimiento, precisa de la fusión de la poesía y de la filosofía con la experiencia para conseguir el clima de autenticidad, de misterio, de oficio, de silencio, y también de erudición compartida con el lector ”, escribe Javier Sánchez Menéndez en el estudio introductorio de Para una teoría del aforismo, que publica Trea.

Nada más cierto, porque en el aforismo se funden filosofía y poesía, ética y estética, razón e intuición para indagar en el conocimiento de la realidad y de uno mismo con una suma de lucidez y chispazos iluminadores, de concisión y profundidad, de vibración y sugerencias.

Pero no todos esos rasgos aparecen en algunos de los aforismos de la muestra de 25 aforismos de 28 autores que propone Sánchez Menéndez, que alerta de que uno de los errores del aforismo moderno es el peligro de confundirlo con la mera ocurrencia y no desconoce la existencia de “pseudoaforistas que escriben minucias, ocurrencias, banalidades, tan alejadas de la auténtica profundidad del aforismo como forma literaria.”

Alguna de esas ocurrencias banales -¡qué le vamos a hacer!- aparece también en estas páginas  (“Purista: admirador de la Puri”), aunque por fortuna el nivel predominante lo marcan aforismos tan excelentes como estos tres:

Que dos de los cuatro elementos sean transparentes no sé si le añade o quita misterio al mundo. (Lorenzo Oliván)

El ritmo en la poesía  es una forma de hacer presente el tiempo. (Tomás Rodríguez Reyes)

La muerte es el mundo, pero sin uno. (Jaime Fernández)