Alfredo Buxán. Lugar de las hogueras
se desprende del árbol: parece que está muerta
pero baila en el aire, deja espacio a la vida
que bullirá de nuevo en la savia que duerme.
Todo tiene sentido: descubre la belleza
que alimenta los sueños de los que ahora pasan
a tu lado, confusos, persiguiendo una sombra.
La huella siempre nueva de lo que nunca muere.
Apóyate en el tronco, que tu cuerpo se adapte
a la luz del milagro que se filtra en las ramas.
Absorbe el paraíso. Contempla el movimiento
de todo lo que vive y respira despacio
la música del mundo de la que formas parte.
Poesía y verdad reunidas ejemplarmente en la voz afinada y auténtica con la que un hombre camina hacia dentro de sí mismo y se reconstruye sobre un mundo puesto en orden por sus versos (“Despójate de todo / para nacer de nuevo”) e iluminado por la luz que convocan estos poemas como hogueras encendidas en la noche.
Porque se canta lo que se pierde y vivir (y escribir) es ver volver, como en este emocionado y espléndido Noche sin fin:
Tuve de ti la noche que no acaba,
la que le roba al mundo la belleza,
la que le dobla el brazo a la desgracia.
Lo tuve todo, sí, tú me lo dabas:
tus miradas de corzo desvalido,
el oro siempre nuevo de tu ansia
y el temblor casi ala de tus manos,
la hoguera desatada de tu vientre
derritiéndose en silencio,
feliz de no rendirse.
Todo eso lo tuve cada día como un sueño,
pero no me consuela. Ahora tengo el recuerdo
clavándose en la carne como un viento muy frío.
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