La herida del aire
Como “un libro de poemas en que voy repartiendo mi alma a familiares, amigos, y también a ti, lector” define Pelayo Fueyo La herida del aire, el libro de poemas que acaba de publicar en Siltolá poesía.
Un libro por el que desfilan familiares y amigos, vivos y muertos que alimentan la mirada celebratoria o elegíaca del poeta y su memoria personal, la única posible.
Conviven en sus páginas las calaveras con las semillas y los fantasmas del pasado con las presencias del presente, en una sucesión de tiempos y vidas que constituye la esencia del existir.
Y esa mirada elegíaca a la orfandad afectiva del poeta a menudo se proyecta en la nostalgia de la infancia o en un puñado de cosas pequeñas y de hechos triviales que adquieren en estos poemas una evidente dimensión simbólica.
Un ejemplo significativo, La eternidad, un poema dedicado a la memoria de su padre:
Para un muerto es muy duro sufrir la eternidad.
¿Cómo soportarán ser nada todo el tiempo?
¿Para esto vivimos? ¿Para temer la muerte,
que castiga el placer de hacer vidas distintas
para ofrecer un solo modo de no ser nunca?
¿Es un pacto con Dios? Con el salvaconducto
de la bondad, ¿tenemos asegurado el cielo?
¿Qué pasa con los huesos? ¿No abstraen la entidad,
y hace imposible toda resurrección del cuerpo?
¿Acaso las cenizas no son tan sólo el mapa
quemado de la mala orientación del tiempo?
Aferrémonos, pues, a las cosas pequeñas,
cuyo escondite ignora la muerte trascendente,
y vayamos viviendo, proyecto tras proyecto,
para ignorar la angustia a la que lleva el ocio
de pensar en no ser, a pesar del espejo.
Pero si el buen trabajo asegura la Historia,
¿quién desdeña alcanzar, por fin, la fama póstuma
y llegar a la muerte cansados de vivir?
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