Sin piel
en el origen de todo lo vivido,
ir a verla de frente, sin mayores asuntos,
sin tiempos sometidos a tu tiempo,
sin lenguaje siquiera que intentara
nombrar lo más humano, lo más tuyo.
Así comienza “Cara a cara”, el poema inicial de Sin piel, el último libro de Javier Lorenzo Candel, que publica Siltolá poesía.
Hay en esos versos y en ese poema, que funciona como un pórtico del libro, un resumen del tono y de la mirada despojada y hacia dentro del poeta, que más allá de la superficie hace una indagación profunda en los enigmas de la identidad y en los rincones de la memoria.
Escritos con una sinceridad sin concesiones, los poemas de Sin piel son una inmersión hacia el interior, un buceo hacia lo hondo que recorre tiempos y espacios en un ejercicio de búsqueda de respuestas y de reconocimiento por debajo de la piel, con el eco de la infancia y la memoria, porque
Vivir acaso sea repetir las preguntas,
reivindicarnos seres en el conocimiento
para, al fin, ser tan solo
hombres que dudan, tiemblan,
incertezas abriendo decepciones.
Bebemos de esa agua
que cae del mismo chorro
en que bebieron miles,
y su sabor
es el viejo sabor de lo inefable.
Pero hay también espacio para la piedad, la serenidad y hasta la celebración del presente, como en La salvación del cobarde, que comienza así:
De cualquiera
de los tiempos que he podido vivir,
este es el paraíso.
La casa grande frente al Mediterráneo,
el mar en calma, arenas
blancas como mi piel
y un jardín, antesala
de los vientos más suaves, del rumor
de los pájaros, trinos reconocibles.
El enigma de la identidad y el misterio de la vida sobrevuelan todo el libro, que se cierra con este poema titulado Coda:
Si tiras de la piel,
mira bien en qué gruta encierras el misterio
del hombre,
su enigma en todas partes.
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