Recado original de María Sanz
Podrías haber sido alguien más endiosado,
una estatua feliz de carne vehemente,
las raíces del viento en lugar de las tuyas.
Pero nunca quisiste silenciar al espejo.
una estatua feliz de carne vehemente,
las raíces del viento en lugar de las tuyas.
Pero nunca quisiste silenciar al espejo.
Olas de miel amargas,
como tantos rumores
de viejas profecías
encerrando sus vuelcos
en un reloj de arena.
Ahora sólo escribes con renglones torcidos,
recado original que dicta tu victoria.
De ese verso que cierra su poema inicial toma el título el último libro de María Sanz, Recado original, que publica Lastura en su colección Alcalima de poesía contemporánea.
A partir de ese texto inicial, el conjunto despliega una sucesión coherente de más de cuarenta poemas en los que la solemnidad del alejandrino, a veces desmembrado en heptasílabos, convive con la ductilidad del endecasílabo en la bien entonada voz de María Sanz y en su expresión ajustada y precisa.
Una sucesión coherente, decía, porque desde esa primera alusión, hay una constante mirada al otro lado del espejo, al lado de la sombra y la soledad, una insistencia en el hueco, en el rescoldo y la ceniza, en el viento frío y el silencio que son el resultado de un proceso en el que se ha pasado de la decepción a la angustia y de ahí a la renuncia y a la dignidad desolada que recorre estos poemas por los que alguna vez asoma una delicada evocación de Leopardi en la noche de Recanati o un fondo de trompeta de Chet Baker, cuando
Su rostro se hizo viento
en la negra balada,
en lo más infeliz de la belleza.
Son proyecciones de esa mirada al espejo que devuelve ese tú meditativo y doloroso que recorre unos poemas retrospectivos y confesionales que flotan sobre el tiempo de la infancia y la memoria. Poemas que anulan el tiempo y funden pasado y futuro en versos como este:
Pero no pierdas tiempo, el futuro no vuelve.
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