Tres poemas de Regulación del sueño
Como “un libro culto, redondo, profundo, maravillosamente bien escrito, con poemas ceñidos, no demasiado largos, más próximos al epigrama que a la elegía, en el que las descripciones de la naturaleza son todas muy precisas y van unidas siempre a unas reflexiones muy condensadas que corresponden a la cosmovisión de su autor. Culturalismo vivo incorporado a una poética muy pura y a un lenguaje ceñido y trabajado” ha definido mi Regulación del sueño Jaime Siles, presidente del jurado que me otorgó ayer el Premio de Poesía Flor de Jara, en el vídeo que se puede ver pinchando en la imagen.
Junto con mi agradecimiento, yo quisiera añadir unas palabras sobre el libro:
“Somos las abejas de lo invisible”, escribió Rilke en un verso memorable para definir el oficio del poeta, que aspira a la regulación del sueño, entendido como un territorio intermedio entre lo real y lo irreal. Un ámbito en el que la poesía funciona como el ritmo circadiano que regula el sueño y la vigilia y vincula lo visible y lo invisible en el siempre inexplorado territorio de frontera entre lo racional y lo irracional.
Los textos de Regulación del sueño surgen de ese lugar de máscaras del que avisaron Antonio Machado (“Ninguna voz es la tuya”) y Gottfried Benn (“Ocúltate, tu máscara es tu obra”) en las dos citas que abren las dos partes del libro, donde canta una voz sin tiempo desde un lugar opaco hacia la luz del poema.
La poesía aspira así a convertirse en forma de conocimiento, en ejercicio verbal y meditativo en el que el tiempo y la memoria, el paisaje y la pintura son piezas fundamentales para la transcripción en imágenes visionarias que vienen de un mundo soñado, revelado o intuido, transfigurado por la palabra poética, que asume con Heidegger el misterio de la creación, de su origen oscuro y su poder como iluminación en las sombras:
¿Desde dónde canta el canto? ¿Hasta dónde penetra en el abismo?
Dejo aquí como adelanto tres de sus poemas, el que le sirve de pórtico y otro dos que me parece que resumen la tonalidad del libro:
UN SITIO INDIFERENTE
CANCIÓN DE CUARZO OSCURO Entra en el bosque tú y escucha la canción de fuego y cuarzo oscuro. Es la antigua canción ensimismada en la que arde sin llama y sin cenizas la sombra solitaria de una rosa instantánea. En la mañana larga del otoño sube del sotobosque a la noche profunda de los astros el humo de la luz de los veranos. Entra en el bosque tú. Apoya la cabeza y duerme sobre el sueño.
Su sitio no está en parte alguna.
Siempre deseará un lugar diferente.
Es el extranjero.
Luis Cernuda
Desde un lugar opaco
canta una voz sin tiempo
una canción oscura
con la garganta blanca del olvido.
Como llega el crepúsculo, sin viento y con silencio,
igual que cruza el vuelo de las nubes violetas
bajo el aire maduro de septiembre,
la noche sigilosa se posa en el paisaje
oracular de un sueño
y en el coro de sombras
que destilan los astros en su giro incesante.
No un lugar diferente: un sitio indiferente
para mirar el mundo sin fiebre y con distancia.
CANCIÓN DE CUARZO OSCURO Entra en el bosque tú y escucha la canción de fuego y cuarzo oscuro. Es la antigua canción ensimismada en la que arde sin llama y sin cenizas la sombra solitaria de una rosa instantánea. En la mañana larga del otoño sube del sotobosque a la noche profunda de los astros el humo de la luz de los veranos. Entra en el bosque tú. Apoya la cabeza y duerme sobre el sueño.
TRIPLE DIOSA
Hija de diosa, tuyo es el bosque sagrado,
la palabra, la grulla y el corzo por el soto.
Tuyo es el alfabeto cifrado de los árboles,
hija de diosa blanca, triple diosa tú misma,
que con pechos desnudos regresas en invierno
disfrazada de nieblas y en regiones volcánicas
o en témpanos de hielo
desembocas con ecos de cavernas secretas.
Hija turbia de diosa, tuyo es el venenoso
fruto de los espejos, el pétalo, la dulce
haya ardiente que un día
será semilla fértil, agua celebratoria
o canto vertebrado del pájaro en la tarde.
Lejos del rayo tú, hija turbia de diosa,
palabra primordial, raíz estremecida
que vigilas el roble, proteges la palabra
e iluminas la tierra con un sobresaltado
relámpago de sombra que arde azul en lo oscuro.
Hija de diosa, tuyo es el bosque sagrado,
la palabra, la grulla y el corzo por el soto.
Tuyo es el alfabeto cifrado de los árboles,
hija de diosa blanca, triple diosa tú misma,
que con pechos desnudos regresas en invierno
disfrazada de nieblas y en regiones volcánicas
o en témpanos de hielo
desembocas con ecos de cavernas secretas.
Hija turbia de diosa, tuyo es el venenoso
fruto de los espejos, el pétalo, la dulce
haya ardiente que un día
será semilla fértil, agua celebratoria
o canto vertebrado del pájaro en la tarde.
Lejos del rayo tú, hija turbia de diosa,
palabra primordial, raíz estremecida
que vigilas el roble, proteges la palabra
e iluminas la tierra con un sobresaltado
relámpago de sombra que arde azul en lo oscuro.
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