06 diciembre 2020

Dos libros de Ramiro Gairín




  


La ciudad que no somos, 
que está cuando no hay nadie 
y gira sobre el sol, 
aguarda en las ventanas a que cierren 
para entrar a leer.

De esos versos finales de “La biblioteca” toma su título La ciudad que no somos, el libro de Ramiro Gairín que publica Polibea.

Un libro cuyo tono está determinado por la cita de Corredor Matheos a la que se encomienda (“Amigos/ esta vida/ nos oculta algo”) y que dedica sus versos a indagar en lo invisible, pero sobre todo a iluminar en lo oscuro la ciudad sin mar, desde el amanecer en la quietud del agua, en las encinas, en la niebla, los libros, el planeta y el silencio:

Debe uno aprender cómo el silencio
encuentra una opinión por cada tema,
para cada opinión logra una forma.


Un itinerario urbano que es también un viaje temporal en el que se cruzan lo exterior y lo interior en busca de claridad. Lo resume Aitor Francos en las palabras preliminares: “El poeta, con mirar, cuida las cosas. Sentir cómo crece vigorosamente en ellas la luz es su oficio natural.”

Tan natural como el sol y las tormentas que evocan los versos de este libro y que conviven también en Llegar aquí, que publica Versátiles. Sus poemas intimistas, atravesados por la coexistencia del amor y el dolor, que también es un milagro, son una celebración emocionada del aquí y el ahora, “una investigación sobre la felicidad”, como señala Juan Marqués en su prólogo, “El orden del día”.

Recuento de revelaciones desde la sombra, manual de supervivencia en el frío y subida hacia la claridad desde la resistencia con versos a los que Ramiro Garín dota de un voltaje emocional que se resume en la “Escena” que cierra el libro. Esta es su estrofa última, metafórica y significativa:

Embiste el cierzo contra la terraza,
tirando del invierno.
Me gusta la vida
porque nos lo recuerda:
definitivamente,
hay que saber llegar aquí.