El Cazador Celeste de Roberto Calasso
¿Qué es dios y qué no es dios, y qué hay en medio?
EURÍPIDES, Helena
EURÍPIDES, Helena
En los tiempos del Gran Cuervo también lo invisible era visible y se transformaba continuamente. Los animales, entonces, no eran necesariamente animales. Podía darse el caso de que fueran animales, pero también hombres, dioses, señores de una estirpe, demonios, antepasados. De modo que los hombres no eran necesariamente hombres; podían ser también la forma transitoria de otra cosa. No había intuiciones que permitieran reconocer lo que aparecía. Era necesario haberlo ya conocido, como se conoce a un amigo o a un adversario. Todo sucedía en el interior de un único flujo de formas, desde las arañas a los muertos. Era el reino de la metamorfosis.
El cambio era continuo, como, más tarde, solo sucedería en la caverna de la mente. Cosas, animales, hombres: distinciones nunca claras, siempre provisorias. Cuando una gran parte de lo existente se retiró hacia lo invisible, no por eso dejó de suceder. Pero se volvió más fácil pensar que no sucedía.
¿Cómo podía lo invisible volver a ser visible? Golpeando el tambor. Esa piel tensa de un animal muerto era la cabalgadura, era el viaje, el torbellino dorado. Conducía hasta allí donde la hierba ruge, donde los juncos gimen, donde ni siquiera una aguja podría clavarse en la espesura gris.
Cuando empezó la caza no había un hombre que perseguía a un animal. Había un ser que perseguía a otro ser. Nadie habría podido decir con certeza cuál era cuál. El animal perseguido podía ser un hombre transformado o un dios o simplemente un animal o un espíritu o un muerto. Un día, a las muchas invenciones los hombres agregaron otra: empezaron a rodearse de animales que se adaptaban a los hombres, en tanto que durante un tiempo muy largo habían sido los hombres los que imitaban a los animales. Se volvieron sedentarios –y ya un tanto envejecidos.
Así comienza El Cazador Celeste, de Roberto Calasso, que acaba de publicar Anagrama con una espléndida traducción de Edgardo Dobry.
Tomando como referencia un lugar del firmamento entre la constelación de Orión, el cazador celeste, y su perro Sirio, un lugar donde se cruzan lo visible y lo invisible, lo humano y lo divino, Calasso propone un viaje por siglos, culturas y transformaciones, por la relación del hombre con la divinidad, el misterio y el animal.
Desde los orígenes paleolíticos, desde el día de veinticinco mil años en que el hombre empezó a pintar en las piedras de las cuevas a la actualidad, pasando por su relación con el mito, fundador de civilizaciones, por los misterios de Eleusis y el bosque de Artemisa, la diosa cazadora, por el culto a los animales en el antiguo Egipto, las Enéadas de Plotino o la persistencia de los mitos en el mundo contemporáneo, conviven conflictivamente en estas páginas el animal y el hombre, los dioses y los demonios.
Entre el ensayo y la narración, entre la erudición y la poesía, entre revelaciones y destellos, entre la cultura clásica y el misticismo védico, Calasso combina filología y mitología, antropología y filosofía para recrear en los catorce capítulos de El Cazador Celeste el proceso de transformación del hombre en un ser civilizado, su evolución desde lo animal a lo humano, desde presa a depredador, desde la caza al sacrificio, desde el arco y la flecha a la tecnología, desde los mitos griegos a la máquina Enigma, desde Lucrecio a Proust, desde Plutarco a Henry James, desde Ovidio a Simone Weil.
Entre el ensayo y la narración, entre la erudición y la poesía, entre revelaciones y destellos, entre la cultura clásica y el misticismo védico, Calasso combina filología y mitología, antropología y filosofía para recrear en los catorce capítulos de El Cazador Celeste el proceso de transformación del hombre en un ser civilizado, su evolución desde lo animal a lo humano, desde presa a depredador, desde la caza al sacrificio, desde el arco y la flecha a la tecnología, desde los mitos griegos a la máquina Enigma, desde Lucrecio a Proust, desde Plutarco a Henry James, desde Ovidio a Simone Weil.
Una peregrinación desde lo cercano a lo cósmico, desde lo onírico a lo académico, desde lo visible a lo invisible, el espacio de confluencia que comparten los muertos y los dioses, un recorrido por las distintas tradiciones orientales y occidentales y las metamorfosis humanas, un cruce de historias y tiempos que confluyen en un centro con luces y sombras donde se reúnen la literatura y el arte, la filosofía y la ciencia, el mito y la historia.
Con esta octava entrega de su obra en marcha sobre las fuerzas de la civilización , tras títulos como La ruina de Kasch, Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka, K., El rosa Tiepolo, La Folie Baudelaire y El ardor, Calasso sigue completando una monumental construcción intelectual, una de las empresas literarias más ambiciosas, profundas y brillantes que se han levantado en lo que llevamos de siglo.
Del primer libro de la serie, La ruina de Kasch, dijo Italo Calvino que su trama abarcaba todas las cosas que han sucedido en la historia de la humanidad. Algo parecido ocurre en estas páginas luminosas de El Cazador Celeste.
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