12 febrero 2021

Obra poética de Saint-John Perse



 “«Ils m’ont appelé l’obscur et j’habitais l'éclat» (me llamaban el oscuro pero yo habitaba el resplandor), el noctívago solar, el poeta que se adentra en la penumbra del enigma y en la sabiduría de los muertos, con la alcuza de latón o la lucerna de greda, bajo el manto misterioso y verdeante de la tierra, entre las brumas marinas y las calimas desérticas, más allá de donde la ciudad reflecta su luminiscencia y la voz poética es difracción de lo desconocido contra la opacidad gramática de lo patente”, escriben Alexandra Domínguez y Juan Carlos Mestre en el prólogo de su magnífica traducción de la Obra poética de Saint-John Perse que publica Galaxia Gutenberg en una espléndida edición bilingüe que recoge por primera vez en español toda su producción lírica.

“El poeta -añaden- se adentra en el orbe para ver el universo íntimo de la creación, y allí reconstruye el cosmos de un perenne fluir cuántico del lenguaje, un articulado sistema de semejanzas y correspondencias, de euritmias y regularidades, de azarosas leyes naturales que implican al astro y al insecto, al cuarzo y la pirámide, a la justicia y a la ética. Una ética que, desde su temprana conciencia de la otredad, impulsada por las hélices de la infancia, es la jocundidad luminosa de la mar, el océano siempre vivo de su memoria, y que calificará el decurso de su obra habitada por el avatar, aventura y tragedia, de toda la odisea humana.
La oscuridad que equívocamente se le reprende a Perse no es más que exploración de la zona velada de una realidad complementaria, el quehacer mistérico de la propia tarea poética, el destino que indaga y anticipa la poesía.”

En ese prólogo, que titulan La memoria de la imaginación, se exploran las claves poéticas de Saint-John Perse y se descifra el sentido de su concepción de la poesía, sobre la que dijo
 en su discurso de recepción del Nobel de 1960: “Es acción, poder, innovación que desplaza los límites... La oscuridad que se le reprocha no le es consustancial. Lo propio de la poesía es iluminar.”

Nacido en las Antillas francesas en 1887 y traducido por Rilke, Eliot o Ungaretti, es uno de los grandes poetas del siglo XX. Poeta del asombro y del canto, tituló aquel discurso La ciencia poética y escribió allí párrafos tan memorables como estos acerca del valor de la poesía 
como forma de iluminación de la realidad:

“Cuando los filósofos abandonan su ámbito metafísico, acude el poeta para relevar lo metafísico, y es entonces la poesía, no la filosofía, la que se descubre como la verdadera hija del asombro, según la denominación del antiguo filósofo para quien la poesía está investida de sospecha.
Mucho más que forma de conocimiento, la poesía es, en primera instancia, un modo de vida, de vida total. El poeta existía en el hombre de las cavernas y también existirá en el hombre de las edades atómicas: pues es parte irreductible de lo humano. Las religiones han nacido de la exigencia poética, que coincide con el rigor espiritual, y por esa gracia poética la chispa de la divinidad vive para siempre en el sílex humano.
Cuando las mitologías se desvanecen, lo sagrado encuentra en la poesía su refugio; y quizá su relevo. Y tanto en lo social como en lo inmediato humano, cuando aquellas que conducen el pan en el cortejo legendario son reemplazadas por las portadoras de antorchas, dentro de la imaginación poética se ilumina la más alta pasión de los pueblos que persiguen la claridad.
Poeta es aquel que rompe, para nosotros, la costumbre.”

Su asombroso mundo poético, apoyado en una cosmovisión iluminada por imágenes visionarias, metáforas sorprendentes y versículos torrenciales, está ya presente en su primer libro, Elogios, de 1911. A una de sus secciones, Estampas para Crusoe, pertenecen estos dos poemas:

Las campanas

Anciano de manos desnudas,
de regreso entre los hombres, ¡Crusoe!
imagino que llorabas, cuando desde las torres de la Abadía se derramaba como un diluvio sobre la Ciudad el sollozo de las campanas...
¡Oh Desposeído!
Llorabas al pensar en los rompeolas bajo la luna; en los silbos de las riberas más lejanas; en las extrañas músicas que nacen y se atenúan bajo el ala envolvente de la noche,
como las secuencias de espirales que son las ondas de una caracola, en la amplificación de los clamores bajo la mar...


El muro

El lienzo de la pared queda enfrente, para conjurar el círculo de tu ensueño.
Pero la visión profiere su plañido.
La cabeza apoyada en la orejera del pringoso sillón, repasas la dentadura con la lengua: el sabor de las mantecas y los aliños contagia tus encías.
Y rememoras la pureza de las nubes sobre tu isla, cuando el alba verde se esclarece en el regazo de las misteriosas aguas.
... Es la exudación de las savias en exilio, el amargo mucílago de las plantas de silicuas, la acre insinuación de los manglares carnosos y la aceda dicha de una oscura sustancia en las vainas.
Es la miel silvestre de las hormigas en las galerías del árbol muerto.
Es un sabor de fruta verde, que acidula el alba que sorbes; el aire lechoso enriquecido con la sal de los alisios...
¡Alborozo! ¡oh júbilo desatado en las alturas del cielo! Las telas resplandecen limpias, en los atrios invisibles arraigan las hierbas y las agraces delicias de la tierra se coloran en el siglo de un largo día...