16 marzo 2021

Devoraluces de Ángel Olgoso


 
Durante aquellas eternas tardes entre la vega y el secano, alborotados por la sangre joven, azuzados por la libertad del verano, corríamos de un lado para otro como trompos ligeros, dábamos saltos como gorriones que van a echar a volar, pirueteábamos como virutas despedidas de la garlopa de un carpintero, perseguíamos vilanos, vigilábamos trampas de liria, destapábamos culebras, picoteábamos zarzamoras, nos atrincherábamos en los maizales, partíamos cañas por la mitad en busca de gusanos, saltábamos acequias lanzando silbidos terribles, arrancábamos juncos para entablar ridículos duelos de espadas tiernas y cimbreantes, tirábamos chinas contra los grajos y piedras grandes como membrillos contra los secaderos de tabaco.

Perdida la noción del tiempo, embriagados de licor de sol, llevados en volandas por un aire inmóvil con fragancias de mastranzo y pajuelas secas, planeando sobre un silencio de siesta roto solo por las chicharras y algunas esquilas de ovejas, culebreábamos en el agua verdosa de la Charca de la Viña, escalábamos riendo la Cruz de los Cigarrones, explorábamos entre bufidos el empinado Cerrillo del Tesoro y el barranco hondo de El Salado, nos tendíamos despreocupados en la umbría de las piedras romanas de la Atalaya, alcanzábamos dulzonas brevas pajareando en higueras que, como nosotros, no pertenecían a nadie.

Así comienza 'Las luciérnagas', el primero de los trece relatos y una coda ('Nomenclatura Borghini para los dedos de los pies') que componen Devoraluces, la nueva entrega narrativa de Ángel Olgoso que publica Reino de Cordelia.

Abren el volumen, para cuya cubierta y sobrecubierta se han elegido sendas ilustraciones de William Blake, trece citas iniciales que anticipan el tono de las trece inmersiones en la luz de estos relatos. Las luciérnagas, Fulgor o Émula de la llama son algunos de los significativos títulos de unos textos luminosos de quien es sin duda uno de los mejores narradores actuales.

Textos que “dan un golpe de timón a su narrativa —donde dominaba lo extraño, lo turbador o lo sombrío—, poniendo proa a un territorio más luminoso: la bondad, la pasión amorosa y creativa, la alegría, la solidaridad, los sueños, la gratitud, la esperanza, la capacidad de maravillarse ante la belleza milagrosa del mundo. Devoraluces es celebración y reconciliación, un breve catálogo de las raras dulzuras que puede otorgar la vida, una iluminación profana, un bálsamo para tiempos inciertos.”

Una celebración de la alegría y de la luz, un nuevo homenaje de Ángel Olgoso a la literatura y la palabra.