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08 junio 2021

Bajo la sombra del Vesubio

 


“Este libro explora las ideas de Plinio el Joven y Plinio el Viejo -los Plinios- acerca de la vida, la muerte y el mundo natural. Se trata de una biografía doble, estructurada en torno a la vida del Plinio más joven y mejor documentado de los dos, que hemos ido reconstruyendo a través de sus Cartas, y en torno a la extraordinaria enciclopedia de su tío Plinio el Viejo, la Historia natural. Pero es también una celebración del duradero interés que han suscitado ambos hombres y sus obras y del tratamiento que han ido recibiendo sus ideas a lo largo de los siglos”, escribe la clasicista británica Daisy Dunn en Bajo la sombra del Vesubio. Vida de Plinio, el espléndido ensayo que publica Siruela con una brillante traducción de Victoria León.

Un relato que se inicia la tarde en que la madre de Plinio el Joven ve desde su villa de Miseno, en la bahía de Nápoles, levantarse a lo lejos una extraña nube negra que aquel muchacho de diecisiete años asociaría a la forma de un pino piñonero, porque “se alzaba como sobre una especie de tronco alargado y se extendía en forma de ramas”, aunque “también recordaba a una seta: tan leve como espuma de mar, de un blanco que, poco a poco, iba ensuciándose, se elevaba sobre un tallo mortal en potencia. Se hallaban demasiado lejos como para saber con exactitud de qué montaña salía la nube en forma de seta, pero Plinio descubriría después que se trataba del Vesubio, situado a unos treinta kilómetros de Miseno, el lugar desde donde él y su madre, Plinia, la observaban.[...] 
Plinio el Viejo, tío de Plinio por parte de madre, era almirante de la flota y responsable del mantenimiento y la reparación de unas naves que servían, en su mayor parte, «para proteger» las aguas itálicas. Aquella mañana se había levantado temprano, como era su costumbre, había tomado un baño y había desayunado, y estaba trabajando cuando, hacia el mediodía, su hermana fue a contarle lo que había visto. Tras abandonar su lectura y pedir su calzado, se dirigió a un punto de observación más alto para así tener una vista mejor.”

En la línea de su colega y compatriota Mary Beard, Daisy Dunn construye un vívido relato que va más allá del mero ensayo biográfico sobre Plinio el Joven y su tío el Viejo, que cuando el Vesubio entró en erupción el año 79 d.C. había publicado ya los treinta y siete volúmenes de su enciclopédica Historia Natural, uno de los monumentos de la Antigüedad. 

Aquella erupción provocó la muerte de Plinio el Viejo bajo una lluvia de ceniza y piedra pómez cuando su intrepidez le llevó a acercarse al volcán desde Miseno al frente de una flota imperial, en lo que se planteó como una expedición científica y acabó siendo una operación de rescate de la población. 

Aquel día más oscuro que la noche acababa una vida dedicada al conocimiento y la observación, a la lectura y la escritura de aquella obra monumental en la que habló de volcanes lejanos en la Bactriana y en Babilonia, o del cercano Etna, pero no del Vesubio, que desconocía como volcán o consideraba extinguido.

Su sobrino Plinio el Joven, que declinó la invitación a acompañarle y pudo así salvarse, evocó aquellos hechos treinta años después, convertido ya en abogado y político prestigioso, en dos memorables cartas a Tácito que constituyen una espléndida crónica de aquel desastre.

En Bajo el Vesubio Dunn reconstruye aquel tiempo con una narración ágil levantada sobre detalles evocadores como los de aquella tarde, la última en la que se vieron el tío y el sobrino, cuyas trayectorias vitales reproduce este libro con un constante contrapunto entre la biografía y la escritura, con extractos y citas de la Historia natural de Plinio el Viejo y de las cartas de Plinio el Joven, cuya vida coincidió con el ejercicio del poder de seis emperadores, del Nerón de su infancia al Trajano con quien mantuvo una relación cercana de amistad, pasando por Vespasiano, Tito, Domiciano y Nerva.

Con una admirable capacidad narrativa sustentada en una sólida investigación, Daisy Dun extrae de esos materiales detalles significativos que dibujan el marco histórico y reflejan la vida cotidiana en la Roma de casi cien agitados años del siglo I en un conjunto de cinco partes que no siguen un criterio cronológico, sino el ritmo de las estaciones, vinculadas sutilmente en este libro con los ritmos vitales e intelectuales de los dos personajes, distintos en temperamento y aspiraciones, complementarios en muchos sentidos:

Con el mismo espíritu que animaba a los Plinios, hemos tratado de evitar un relato que siguiera estrictamente el orden cronológico, y hemos seguido las etapas de la vida del más joven al tiempo que recorríamos la Historia natural. La forma del libro se inspira en el año tal como se concebía en tiempos de Plinio el Joven, estructurado de un modo un tanto distinto al nuestro. Julio César había reformado el calendario en el siglo I a. C. cuando este había dejado de corresponderse con el curso de las estaciones -una discordancia que causaba el ciclo lunar, en el que estaba basado-. Julio César mandó que se sustituyera por un calendario solar. Y hubo entonces doce meses divididos en treinta o treinta y un días, a excepción de febrero, que, al igual que hoy, contaba con veintiocho días; veintinueve en los años bisiestos. Aunque Plinio el Viejo confesara que resultaba difícil determinar con exactitud el momento en que una estrella aparecía o señalar el comienzo de una nueva estación, siendo el cambio tan gradual y el clima tan impredecible, el calendario juliano, al menos, ofrecía un esquema estable. Plinio el Viejo decía que el invierno comenzaba el 11 de noviembre; la primavera, el 8 de febrero; el verano, el 10 de mayo; y el otoño, el 8 o el 11 de agosto.