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05 junio 2021

Una ondina moderna



Me siento y coso -una tarea inútil, al parecer.
Tengo las manos cansadas, y la cabeza se me ha llenado de sueños-
La panoplia de la guerra, el paso marcial de los hombres,
con rostro adusto, mirada severa, observando más allá del entendimiento
de almas más pequeñas, cuyos ojos no han visto la Muerte,
ni han aprendido a mantener su vida sino como un hálito-
Pero -debo sentarme y coser.
Me siento y coso -el corazón me duele de deseo-
Ese espectáculo terrible, ese fuego que se vierte feroz
en los campos baldíos, y retorciéndose figuras grotescas
que una vez fueron hombres. Mi alma lastimosa lanza
llantos de súplica, anhelando solo ir
allí a ese holocausto del infierno, a esos campos de aflicción
pero -debo sentarme y coser.

La pequeña costura inútil, el remiendo ocioso;
¿Por qué soñar que estoy aquí bajo el techo de mi hogar,
cuando ellos yacen en el barro empapado y en la lluvia,
llamándome con lamento, los vivos y los muertos?
¡Me necesitas, Cristo! No es un sueño rosado
el que me atrae -esta costura tan fútil,
me ahoga -Dios, ¿debo sentarme y coser?


Ese lamento de la tejedora sobre un fondo de hombres ausentes por la guerra, seguramente una evocación de Penélope en ausencia de Odiseo, como señala Bernardo Santano en su edición, es uno de los poemas que se incorporan a la antología de narraciones y poemas de Alice Dunbar-Nelson (Nueva Orleans, 1875-Filadelfia, 1935) que publica Cátedra Letras Universales con el título de la novela corta que la abre, Una ondina moderna.

Hay en ese poema, escrito durante la Primera Guerra Mundial, una proyección del lema “María, sal de la cocina” que se popularizó en aquella situación, pero hay también y sobre todo una rebelión implícita contra el papel de subordinación pasiva de la mujer en aquella sociedad norteamericana de comienzos del XX en la que la escritora se había integrado formando parte de la primera generación de personas de raza negra nacidas en libertad después de la Guerra Civil que abolió la esclavitud. Y esa rebelión implícita contra el rol al que se relegaba a la mujer está también en el fondo de su alegórica novela corta Una ondina moderna.

Como “una de las figuras más reivindicadas en las últimas décadas para ocupar el lugar que en justicia le corresponde dentro de la literatura norteamericana” la define Bernardo Santano, que añade en su introducción: “A menudo clasificada como poeta romántica y creadora de cuadros de costumbres que retratan la vida de la población criolla de la región de Nueva Orleans, el estudio de su obra revela también que se trata de una excepcional cronista de la experiencia de la mujer negra de su tiempo, cuyos intereses políticos, dramáticos, periodísticos y novelísticos van más allá de las estampas tradicionales de la vida criolla.”

Además de la relegación social de su condición femenina sufrió las consecuencias de la segregación racial y el desprecio a la condición étnica de quienes ya no eran esclavos pero tampoco ciudadanos en plenitud de sus derechos. Una situación que reflejará en sus relatos como “huellas de experiencias personales, con una pervivencia honda en su memoria”, en palabras de Bernardo Santano.

Pese a esas circunstancias adversas, a base de voluntad, talento y determinación completó una sólida formación académica y literaria. Fue activista social y política, profesora en un instituto y víctima de malos tratos en su primer matrimonio con el poeta afroamericano Paul Laurence Dunbar. Fue uno de los episodios de una agitada vida sentimental marcada por sus tendencias bisexuales. 

De todo ese material biográfico y social se nutre su escritura narrativa, representada aquí ampliamente además de con la citada novela corta con más de veinte narraciones procedentes de los dos volúmenes de cuentos que publicó y del proyectado Historias de mujeres y de hombres.

En su poesía, de la que se ofrece una selección en edición bilingüe, conviven el amor y la naturaleza con la actitud comprometida y reivindicativa, el pensamiento y sentimiento, la reflexión y la emoción, como en Comunión, que termina con estos versos:

¡nadie a quien molestar, ni nada urgente! 
Junto a mi oído tu susurro amado.
Negándose uno a sí, ¿qué más pedir 
que estar en comunión con los recuerdos?