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05 septiembre 2021

Lezama Lima, sedente inmóvil

 

 He hablado de los aviones y sus pasajeros. No me agrada circular en latas de conserva, con un abismo técnico y real debajo de los pies. Alcanzar una altura de cinco mil metros atado al asiento me hace sentir humillado por las aves. En el avión se logra apenas avanzar algunos pasos, si torpemente nos decidimos a caminar entre el asiento y la puerta del baño. De veras no le veo gracia a arriesgar imágenes y ensueños cercanos por una visión fulminante y dudosa de pájaro enlatado.

Cada vez que converso de viajes aplazados experimento un inaudito sentimiento de resurrección. No resulta fácil regresar de ninguna parte. Oí hablar de una mariposa que cada año escapa a las nevadas del Canadá, atraviesa Estados Unidos y capea el temporal en estribaciones de montañas mexicanas. Durante el peregrinaje al sur, la bandada supura gruesas gotas, mientras que el regreso es aún más agónico, porque la especie se deshace en un polvillo de oro y marca la ruta de su extinción. Las criaturas migratorias sufren una reiterada incapacidad anual para resistir: viajar de un verano a otro, implica desconocer la aventura de los inviernos. Prefiero la diversidad de las estaciones, de la misma manera que me rehúso a vivir entre dos maletas: una que hago y otra que deshago.

Félix Guerra.
Para leer debajo de un sicomoro.
Entrevistas con José Lezama Lima.
Letras cubanas. La Habana, 1998

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