Mira a un animal
que no sabe de su finitud.
El pelaje adherido a las vértebras
las patas tiemblan
el aliento oscurece.
Alguien mira a un animal a los ojos
y sabe de su tiempo.
Se estira y apoya la cabeza
en la mano de quien teme.
Se acomoda
se hace curvo
intenta limpiarse.
Se cansa y jadea
se duerme.
Ese intenso poema de Julieta Marchant (Santiago de Chile, 1985) forma parte de su libro de prosa y verso En el lugar de la mano el ímpetu de un río, con el que José María Cumbreño sigue intentando la cuadratura del círculo desde los talleres microscópicos de Ediciones Liliputienses en el cacereño Valle de Valdeflores, amenazado, como toda la ciudad y su entorno natural, por una tóxica mina de litio a cielo abierto.