23 agosto 2021

Tenía ganas de envenenar a un monje

 


Escribí una novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente para ponerse a contar. El hombre es por naturaleza un animal fabulador. Empecé a escribir en marzo de 1978, impulsado por una idea seminal. Tenía ganas de envenenar a un monje. Creo que las novelas nacen de una idea de ese tipo y que el resto es pulpa que se añade al andar. La idea debía de ser anterior. Más tarde encontré un cuaderno de 1975 con una lista de monjes que vivían en un convento sobre el que no constaban detalles. Nada más.

Umberto Eco.

Apostillas a El nombre de la rosa.

Lumen. Barcelona,  1986.