Casi simultáneamente llegan a los escaparates dos libros de Pablo Guerrero: la antología Diez de cuatro, editada por Hoy es siempre Ediciones, que recoge diez textos de cada uno de sus cuatro libros publicados entre 1999 y 2006, y Variaciones sobre ritmos de barcas, editado por Maia Ediciones, con poemas recientes inspirados en un viaje a Grecia:
El alma
de los cielos de Grecia se resuelve
en respiración, en cántico,
en caudal de pensamientos,
en un azul bien bruñido.
Junto a la imagen de un templo más allá de las islas,
me ha parecido ver
una libélula.
La de Pablo Guerrero es una poesía reflexiva que se levanta sobre una mirada contemplativa que busca en lo hondo del paisaje el misterio asediado con una palabra que es lugar de encuentro del poeta que mira y de la naturaleza transcendida en un constante deseo de ir más allá de la superficie, como en esta Luna llena:
Cuántos ojos han mirado la luna.
De nosotros está la luna llena.
Poesía de la celebración y la elegía, escrita desde la contemplación que aspira a fijar en sus versos lo fugaz de las revelaciones:
Todo en ti, y tú afuera, y en ti.
Los galápagos de los islotes jónicos
frente a nosotros, mundos en dos,
nos abrazan, nos protegen
de la acechanza inútil
del animal de la sombra.
Es de noche.
Está al llegar la hora
de dormir, reparando
el sueño de los justos.
Poesía de la levedad y el susurro que nombra lo visible y lo invisible y lo transfigura en revelación e imagen, en música y palabra:
Dime dónde te escondes, olores a naranjas.
Dama de cuello blanco, dama de luz, eterna
en la cima donde se alza una mezquita.
Hace catorce años, Pablo me pidió unas palabras para su Escrito en una piedra. Las vuelvo a dejar aquí, porque siguen estando tan vigentes como entonces:
Porque la poesía siempre ha servido para abrir las puertas al campo y al aire claro y fresco del amanecer, escucha, lector, esta voz que llama a las ventanas de tu casa entre la luz y la sombra, desde sus mares interiores.
Cruza el puente que te tienden estos poemas y hallarás la huella de las pisadas con las que nace el mar. Porque abres este libro y brota el sentimiento. Porque amamos el fuego.
Porque quien lee estos versos toca a un hombre sensible, a un poeta entero que, en vez de mirar a las estrellas, te habla desde ellas.
Que su luz te acompañe y te ilumine en el viaje. Al regreso ya no serás el mismo.
Cruza el puente que te tienden estos poemas y hallarás la huella de las pisadas con las que nace el mar. Porque abres este libro y brota el sentimiento. Porque amamos el fuego.
Porque quien lee estos versos toca a un hombre sensible, a un poeta entero que, en vez de mirar a las estrellas, te habla desde ellas.
Que su luz te acompañe y te ilumine en el viaje. Al regreso ya no serás el mismo.