Sobre la traducción
Borges dice que dejó de fiarse de las traducciones del chino cuando leyó que el mismo pasaje de cierto filósofo había sido traducido como: «A un condenado a muerte no le importa bordear un precipicio, porque ha renunciado a la vida», y como: «Los sirvientes destruyen las obras de arte, para no tener que juzgar sus bellezas y sus defectos».
Iñaki Uriarte.
Diarios 1999-2003.
Pepitas de calabaza. Logroño, 2010.
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