Una novela que comienza
Como “un escritor amante del fragmento, descuidado y prolífico” define a Macedonio Fernández Alicia Borinsky en el prólogo a la edición de Una novela que comienza, que publica Drácena en su colección Singulares.
Macedonio Fernández y la literatura de antesala se titula significativamente ese prólogo en el que añade que “a Macedonio no le importaba el libro como objeto terminado. Era, más bien, una plataforma para dar un salto epistemológico. Todo parecía un borrador, un anuncio de que cada papelito anunciaba su futura escritura.”
Y es que “la idea del borrador, de la obra en constante revisión” parece presidir toda la escritura de Macedonio Fernández, que tuvo en Borges su máximo valedor y su mejor lector, fascinado por un personaje y una escritura que dejó también una marcada influencia en la poesía de Oliverio Girondo y en la narrativa de Cortázar: hay en Rayuela y en 62, Modelo para armar abundantes huellas del influjo de Macedonio y su concepción de la escritura como juego adulto que implica al lector para exigirle una actitud cómplice, colaboradora y creativa.
Y es que “la idea del borrador, de la obra en constante revisión” parece presidir toda la escritura de Macedonio Fernández, que tuvo en Borges su máximo valedor y su mejor lector, fascinado por un personaje y una escritura que dejó también una marcada influencia en la poesía de Oliverio Girondo y en la narrativa de Cortázar: hay en Rayuela y en 62, Modelo para armar abundantes huellas del influjo de Macedonio y su concepción de la escritura como juego adulto que implica al lector para exigirle una actitud cómplice, colaboradora y creativa.
Inclasificables e híbridos, ajenos a toda convención genérica, los textos de Una novela que comienza, el único libro que Macedonio Fernández publicó en vida, en 1941, son una muestra de la vanguardia radical y metafísica, conceptual y humorística que practicó su autor, muestras de una escritura libre, fragmentaria y delirante que se va elaborando a medida que el lector avanza y habla con su lectura.
Además del que le da título, el volumen contiene otra media docena de textos diversos -relatos, fragmentos y poemas-, desde el breve Prólogo para el lector de comienzos hasta un Poema de trabajos de estudio de las estéticas de la siesta, que termina con estos párrafos:
Además del que le da título, el volumen contiene otra media docena de textos diversos -relatos, fragmentos y poemas-, desde el breve Prólogo para el lector de comienzos hasta un Poema de trabajos de estudio de las estéticas de la siesta, que termina con estos párrafos:
Para mí la Siesta es el Llamado al Camino de la Evidencialidad Mística, y está en el ángulo de Oscuridad y Deslumbramiento, lo oscuro por reverberación, la claridad del darse del Ser por supresión de la Figura y Rumbo que se nos antoja imposible.
El mundo en Siesta no marcha; a la Noche las estrellas le ponen direcciones múltiples. Por ello la Inteligencia prospera en la Siesta y no en la Noche.
(Pero esto ha de ser dado en versión, es decir, en metáfora, no en definición. Quien tenga la metáfora de la Siesta, la dé. Yo se la pediré al gallo insomne de la Noche de la Siesta.
Hay que hacerle arte al místico, a la Pasión, pero no a lo Real, a la pasión de vivir).
El mundo en Siesta no marcha; a la Noche las estrellas le ponen direcciones múltiples. Por ello la Inteligencia prospera en la Siesta y no en la Noche.
(Pero esto ha de ser dado en versión, es decir, en metáfora, no en definición. Quien tenga la metáfora de la Siesta, la dé. Yo se la pediré al gallo insomne de la Noche de la Siesta.
Hay que hacerle arte al místico, a la Pasión, pero no a lo Real, a la pasión de vivir).
Y relatos como Tantalia, al que pertenece este párrafo:
Tentar y no dar… El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menor variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. Mi consigna interior, mi tantalismo, era buscar las exquisitas condiciones máximas de sufrimiento sin tocar a la vida, procurando al contrario la vida más plena, la sensibilidad más viva y excitada para el padecer. Y logré que en esto el dolor de privación tantálica la estremeciera. Mas no podía mirarla ni tocarla; me vencía de repulsión mi propia obra; (cuando la arranqué, en aquella noche tan negra a mi espíritu, no miré hacia donde estaba y su contacto me fue por demás odioso). El rumor de lluvia sin alcanzarle su húmedo frescor hacíala retorcerse. ¡Vergüenza!
Cierra la edición un amplio epílogo -Macedonio Fernández y el colapso del relato- en el que Gastón Segura, tras reivindicar la importancia de un autor “cuya obra literaria germina en el seno de la vanguardia creacionista y ultraísta bonaerense” y vincularlo en sus provocaciones y experimentos literarios con Gómez de la Serna, señala que “publicar en estos días una novela que comienza es una verdadera provocación”, porque “aun descartándolo como escritor, en absoluto me atrevería a hacerlo como literato -desde su faceta de luminoso teórico-, e incluso añadiría que lo considero un eximio esteta, pues contribuyó como muy pocos a cambiar la concepción de la ficción en la literatura mundial, lo que se mire como se quiera mirar, es merecedor de todo encomio; por tanto, ¿cómo no va a estar más que justificada su publicación y divulgación?”
Tentar y no dar… El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menor variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. Mi consigna interior, mi tantalismo, era buscar las exquisitas condiciones máximas de sufrimiento sin tocar a la vida, procurando al contrario la vida más plena, la sensibilidad más viva y excitada para el padecer. Y logré que en esto el dolor de privación tantálica la estremeciera. Mas no podía mirarla ni tocarla; me vencía de repulsión mi propia obra; (cuando la arranqué, en aquella noche tan negra a mi espíritu, no miré hacia donde estaba y su contacto me fue por demás odioso). El rumor de lluvia sin alcanzarle su húmedo frescor hacíala retorcerse. ¡Vergüenza!
Cierra la edición un amplio epílogo -Macedonio Fernández y el colapso del relato- en el que Gastón Segura, tras reivindicar la importancia de un autor “cuya obra literaria germina en el seno de la vanguardia creacionista y ultraísta bonaerense” y vincularlo en sus provocaciones y experimentos literarios con Gómez de la Serna, señala que “publicar en estos días una novela que comienza es una verdadera provocación”, porque “aun descartándolo como escritor, en absoluto me atrevería a hacerlo como literato -desde su faceta de luminoso teórico-, e incluso añadiría que lo considero un eximio esteta, pues contribuyó como muy pocos a cambiar la concepción de la ficción en la literatura mundial, lo que se mire como se quiera mirar, es merecedor de todo encomio; por tanto, ¿cómo no va a estar más que justificada su publicación y divulgación?”
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