08 octubre 2021

José María Jurado sobre El tercer reino


EN LOS DOMINIOS DE LO INVISIBLE

EL TERCER REINO
Santos Domínguez
PreTextos. Valencia, 2021

Escrito en los jardines de Hugo von Hofmannsthal -donde el sonido y el sentido, el símbolo y la visión, el conocimiento y la realidad se funden-, tras la lectura de "El tercer reino" de Santos Domínguez solo hay o puede haber el silencio.

Aquí se ha llegado al hueso, a la semilla del lenguaje.

Más allá, como en "La carta de Lord Chandos", entramos en el impenetrable bosque del silencio donde -Wittgenstein en la trinchera asediado por obuses- "es mejor callar".

Escrito en "partes tres" hay resonancias cósmicas del Dante en estos breves poemas en cuyos versos habita el cromatismo de Stefan George y la inquisición mística y mistérica de Rilke.

Es en contacto con estos altos autores del universo alemán donde hay que poner este libro -ha salido en PreTextos, tan germana-, no solo por la altura astronómica de su discurso sonoro, sino porque ha sido escrito con todos los grandes problemas de la astrofísica, de la mecánica cuántica, de la indecidibilidad Gödeliana por delante.

“El Tercer Reino” es un breviario de la nueva física, de la ignota realidad en la que los ejes cartesianos y la gravedad newtoniana han dejado de existir. Nos abismamos -sobre todo en su tercera parte- hacia la insondable nada de la antimateria.

Rilke decía que el poeta libaba lo invisible en lo real, Santos ha llegado a esa invisibilidad, la ha palpado con sus manos en sus largas contemplaciones de la naturaleza. De esa raíz geológica y del espíritu aéreo de los pájaros de cristal está hecho este lenguaje que nos hipnotiza, que nos empuja al abismo sin que apenas podamos transcribir sus conceptos que participan del asombro de lo infinito y de la hermenéutica  del lenguaje.

Nos movemos en el terreno de la sinestesia intelectiva, donde hay fusión de sentidos y entendimientos: estos poemas se leen como se escuchan las sonatas de Scriabin, con el oído y el ojo (Wallace Stevens), en la misma  intersección del lenguaje y las neuronas.

No como un estampido sino con un lamento decía Eliot que finalizaba el universo o uno de sus infinitos ciclos, Santos sin embargo ha alcanzado por su propia y sola vía la misma esfera a la que llegaron Mozart y el Dante: la de las estrellas movidas por una fuerza más alta y ajena, que otras cosmogonías llaman Amor.

Quienes conozcan la poesía de Santos accederán aquí a una reducción de la forma que hace cada pieza una gema, a quienes, en cambio, asuste o haya asustado, la complejidad de su lenguaje expresivo, este "Tercer Reino" les ofrecerá una visión concentradísima de una poética trascendente, necesaria para conocer el mundo.

La crítica más usual, la imprecación más ligera que se hace a estas poéticas (desde los tiempos heroicos de Mallarmé o Valery) es la de una presunta frialdad y deshumanización emocional, pero su frialdad es la frialdad de los volcanes, en sus palabras arde el magma que sostiene la conciencia.

¿Hay algo más emocionalmente humano que mirar a las estrellas y preguntarse por el sentido último del ser que alcanza respuesta indubitable aquí?

Como una catarata de luz azul saturada de polvo de oro que cayera directamente en el oído es esta música, como un inexplicable y transparente cuadro de Klee, como un arrebatamiento cósmico de Klimt, como mirar a través del Hubble, como hacer una pregunta al vacío y recibir, ¿de dónde?, una respuesta de luz.

De la Segunda Parte, "El pájaro en la nieve",  Poema XIV:

Escrito está en la piedra y en la raíz del árbol
este temblor de vuelo, la vibración del aire
en el lugar del pájaro y la hoja
que cae como la luz por una grieta ardiente.

Desasido, en lo leve, frágil como el cristal
tembloroso de un sueño,
parado como el vuelo sin voz de las libélulas.

Su quieta mansedumbre sin memoria
está escrita en el agua, detenida en el aire
desde una inmemorial noche de peces.

(Santos Domínguez, El tercer reino)

En La columna toscana: 

https://lacolumnatoscana.blogspot.com/2021/10/en-los-dominios-de-lo-invisb.html 

Mil gracias por la impagable lectura, que ilumina algunas de las claves de este libro, José María. Y aquí debajo, la Nebulosa Helix, El ojo de Dios. Una imagen que acompañó, iluminándola también, la escritura del libro. Al fondo de ese abismo con agujeros negros, la música de Scriabin que citas en tu texto.