Dostoyevski. Novelas y relatos (1859-1862)
Galaxia Gutenberg acaba de publicar el segundo volumen de las Obras completas de F. M. Dostoyevski, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Ricardo San Vicente, uno de nuestros mayores expertos en literatura rusa.
Estas Obras completas reunirán toda la producción narrativa del autor de Crimen y castigo en
ocho tomos. Si el primero, publicado hace doce años, recogía su obra
entre 1846 y 1849, en este segundo volumen se editan las novelas y los
relatos publicados entre 1859 y 1862, con traducciones de Augusto Vidal y
Juan Luis Abollado.
En esos diez años, entre las obras de ambos
tomos, se había producido el acontecimiento decisivo en la vida de
Dostoyevski: el simulacro de fusilamiento que sufrió en la Plaza
Semenovski de San Petersburgo el 22 de diciembre de 1849.
Había
sido detenido en abril de 1849 y condenado a muerte por pertenecer al
círculo de Petrashevski. Tras aquella ejecución simulada, se le conmutó
la pena capital por la de ocho años de trabajos forzados que se
rebajaron finalmente a cuatro y se completaron con la obligación de un
servicio militar posterior como soldado raso en un regimiento de
Siberia. En total serían diez los años siberianos sufridos por
Dostoyevski desde su detención hasta su retorno a San Petersburgo, en
diciembre de 1859.
Fueron diez años improductivos en
creatividad, pero decisivos para Dostoyevski, que salió de Siberia
siendo otro, porque aquella media hora en el patíbulo que evocaría en El idiota y las experiencias carcelarias que reflejaría años después en sus Apuntes de la Casa Muerta provocaron
en el novelista su conversión religiosa, la aparición y el agravamiento
de sus crisis epilépticas y un cambio radical de actitud y de
ideología. Ahí están las raíces de toda su obra posterior.
En el ambiente carcelario de odio y degradación moral y física, Dostoyevski tomó notas que utilizaría años después en sus Apuntes de la Casa Muerta.
Tras su libertad en febrero de 1854, se propuso reingresar en los
ambientes literarios y participó en las controversias sobre el idealismo
en el arte y la función social de la literatura.
“Dostoyevski
se reincorpora a la vida civil y cultural”, escribe Augusto Vidal en el
prólogo de este segundo volumen. Y matiza: “La vuelta a la vida civil no
le resultó fácil. […] Tampoco le fue fácil reincorporarse a la vida
intelectual.”
Así fue este proceso: al final de la década, en
1859, reapareció en el panorama editorial con la publicación de dos
obras menores, dos novelas siberianas humorísticas y críticas en las que
hay una evidente influencia de Gógol en su enfoque grotesco: El sueño del tío y La aldea de Stepánchikovo y sus moradores.
Ambas
son irónicos frescos de la insustancial vida provinciana, sátiras de la
aristocracia de provincias. En la segunda, más ambiciosa, Dostoyevski
veía su mejor obra hasta entonces. Creó en ella la figura de Fomá Fomich
Opiskin, un degenerado tartufo, vengativo y sádico, servil y envidioso.
Con
una conciencia artística cada vez mayor, Dostoyevski estaba decidido a
recuperar su prestigio como escritor para poder vivir de la literatura y
a elaborar una obra que gira a partir de ahora en torno a la denuncia
de los peligros morales de las ideas radicales y a la reivindicación de
la espiritualidad frente al nihilismo revolucionario.
Humillados y ofendidos y los Apuntes de la Casa Muerta,
que aparecieron por entregas antes de su edición en libro, son las dos
obras fundamentales de este periodo. La primera, escrita con prisas y
con cierta inseguridad, aunque revisada después, se centra, con sus dos
folletinescas tramas paralelas que acaban confluyendo, en las vidas de
los habitantes de los suburbios de San Petersburgo y en el tema de la
pobreza como causa de la degradación de los personajes, que a veces son
demasiado planos. No tienen todavía, claro está, la profundidad que
alcanzarían en sus obras de plenitud, pero hay un apreciable esfuerzo en
la composición de la figura autobiográfica del escritor Iván Petróvich
y en la del diabólico príncipe Valkovski.
Era todavía un
Dostoyevski en evolución, pero vacilante. La recuperación y el aumento
del prestigio literario que había logrado antes de su detención con Pobres gentes le llegaría con los Apuntes de la Casa Muerta,
en los que el centro, más que su traumática experiencia personal, son
los personajes con los que convivió en el penal. Su figura desaparece
del primer plano para que aparezca una de las características de sus
obras posteriores: la indagación en la causa de los crímenes, el
análisis comprensivo del comportamiento del criminal y la compasión.
Planteada
como unas memorias carcelarias a las que se añaden elementos de
ficción, es una novela documental construida sobre su memoria personal
como una sucesión articulada de bocetos, retratos y situaciones que
reflejan la colectividad de los presos. En ella apunta ya con fuerza la
enorme calidad del Dostoyevski futuro, su capacidad de observación y su
humanitarismo, expresado por medio de dos narradores tras los que se
protege de la censura zarista.
Dostoyevski, señala Augusto Vidal
en su prólogo, “no se contenta con ver el fenómeno, siempre busca la
razón de ser de lo que acontece. Busca la esencia tras el fenómeno. Toda
su obra constituye un camino ascensional en este difícil arte. Y en él,
los Apuntes de la Casa Muerta constituyen, sin duda alguna, uno de sus hitos fundamentales.”
La
honestidad personal, la ética individual y el amor al prójimo se
convierten a partir de ahora en las bases de una posición moral que
desarrollaría en las dos cimas novelísticas de su madurez, El idiota y Los hermanos Karamázov.
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