25 diciembre 2021

Javier Sánchez Menéndez. Mundo intermedio

 



“Marco Aurelio meditaba en silencio, amaba la soledad y escribía para sí mismo y para la ignorancia”, escribe Javier Sánchez Menéndez en uno de los aforismos de su Mundo intermedio, que publica Trea. 

Organizados en ocho secciones, sus aforismos están anclados en la tradición fundada por Juan Ramón Jiménez, que prefería “el aforismo a la monserga ensayística” y que con su Ideolojía fijó el modelo canónico del aforismo español contemporáneo, tan alejado de la ocurrencia trivial como de la ingeniosidad infantiloide que confunde el aforismo con la greguería y la profundidad meditativa con la superficialidad del juego verbal o el chiste.

Nada de ese juego chistoso asoma en los textos de Mundo intermedio. Su desolada lucidez es el instrumento de un amargo ejercicio de reflexión existencial, de introspección y mirada crítica y autocrítica sobre el individuo y la sociedad, sobre el poder y las vanidades, sobre la libertad y la sabiduría, sobre la verdad y la ignorancia.

Luces y sombras conviven en estos aforismos en proporciones desiguales para diseñar la construcción de una mirada desengañada a lo humano: 

Las malas compañías suelen ser malas opciones. Las buenas también.

Libre es aquel que sabe y, sobre todo, el que puede decir no.

La vida es un pasaje sin retorno donde el futuro es el presente y el pasado también es el presente.

Era egoísta sin amor propio, crítico sin alabanzas, malicioso por humildad.

Esa mirada, barroca por profunda y desengañada, traza una personal teoría y práctica del claroscuro de la vida y de la muerte que resumen aforismos como este: 

He amado a la luz, a las sombras, a la consumación de la dulzura, al dolor del agrado, al desprecio indolente. He amado.

Y además de lúcida y desolada, es una mirada póstuma y oscura que se proyecta incisiva desde la distancia de la otra orilla:

Nos privaron de nuestra libertad, nos enterraron. Aún pasean nuestras sombras por las calles. Debemos hablar los muertos.