18 diciembre 2021

Poemas ibicencos de Antonio Colinas


Oh madre coronada de olivo, todavía
discurre por mi sangre el ardoroso estío
de las verdes cigarras, el caudal misterioso,
plácido y aromado, de una noche de labios.
Aún están brotando de mi boca las flores
y no cesa tu mar de acrecentar en mí
las ansias de vivir, la sed de libertad.
¿Qué idioma es el que graban en las piedras gastadas
las ya muertas lunas de los siglos ya muertos?
¿Y ese extravío ebrio de las horas que pasan
como el vuelo de un ave por un cielo sin nubes?
¿De qué tiempo nos llegan todos esos latidos
luminosos y oscuros de tus sienes sombreadas
por lanzas, por cipreses? ¿Por qué esta sed de ti
cuando aún están cayendo, en el reseco pozo
de mis manos, limones que enamoran estrellas,
la carne de los dioses en el bronce oxidado,
las enlutadas rosas de sonámbulos huertos?
Raíz, alma del mármol, donde sepulta el sol
su más inmensa hoguera, pesadumbre que llega
muy adentro, a los huesos tenebrosos del hombre.
La brisa mueve rizos, sonoras caracolas
en tu cuerpo, y los sueños son renuevos muy tiernos
en el funesto ramo de una vida finita.
Tus azulados ojos contra un muro de cal,
esa húmeda mirada de virgen fugitiva,
perduren por los siglos de los siglos, nos digan:
mi luz es vuestra carne, vuestra sangre es la luz.

 

Ese poema de Noche más allá de la noche, de Antonio Colinas, es uno de los que forman parte de Los caminos de la Isla, la estupenda antología temática que ha preparado Alfredo Rodríguez de la poesía ibicenca del poeta leonés.

La publica Olé Libros en una cuidada edición que se abre con un prefacio, ‘Sintonizar con el espíritu mediterráneo’, en el que Antonio Colinas explica que estos poemas son el resultado de “una serie de vivencias que se prolongaron de manera continuada a lo largo de veintiún años y de manera esporádica a lo largo de más de cuarenta. Por tanto, estos poemas no son una muestra de «descubrir Mediterráneo alguno» sino de mostrar la fusión entre poesía y vida, entre la experiencia de vivir y la experiencia de crear, que ha sido otra de las ideas claves de mi escritura.”

Porque tras una primera etapa marcada por un culturalismo vivido y una intensa sentimentalidad neorromántica, por un lirismo telúrico y una pureza formal que tienen su eje en Sepulcro en Tarquinia, la escritura de Antonio Colinas crece en su impulso órfico en la etapa ibicenca que se desarrolla entre Astrolabio y Jardín de Orfeo. Una fase que tiene su centro en Noche más allá de la noche, donde el equilibrio entre el sentir y el pensar, entre la emoción y la reflexión da lugar a ese largo poema en el que la poesía de Colinas alcanza una de sus cimas de profundidad y de transcendencia de la palabra inspirada.
 
 La culminación de ese largo viaje hacia la armonía y la luz, hacia la desnudez expresiva y la depuración de un lenguaje esencial, hacia el conocimiento a través de la razón poética se produce en una tercera etapa a la que pertenecen obras esenciales como el Libro de la mansedumbre, Desiertos de la luz o Canciones para una música silente, en los que se resuelve en síntesis poética la armonía de sentimiento y pensamiento, de tradición oriental y humanismo, de clasicismo y romanticismo, de ética y estética, de filosofía y mística a través de un diálogo cada vez más resuelto con lo sagrado y con ese alto voltaje emocional que Pound le exigía a la palabra poética.

“Colinas va modulando a su alrededor, en numerosos poemas dispersos por su obra, y que en este libro quedan recogidos, todo un mundo lírico propio geográficamente muy concreto y en unas coordenadas muy precisas: la isla de Ibiza. Este fino hilo de oro de unión de los poemas ibicencos de Antonio Colinas va hilvanando sus libros, atravesando diferentes épocas de su vida y portando en su sangre los ritmos y la sabiduría de la mejor poesía mediterránea”, escribe Alfredo Rodríguez en ‘La Ibiza esencial de Antonio Colinas’, el prólogo con el que presenta la antología.

La armonía y la plenitud, la libertad y el silencio, el misterio y la soledad, la comunión con la naturaleza, la purificación en la luz y la experiencia interior de profundización en la conciencia son algunos de esos caminos por los que transcurre la poesía ibicenca de Colinas.

Es “una Ibiza interior muy profunda, secreta”, como señala Alfredo Rodríguez, “una realidad maravillosa y paradisíaca” reflejada en esta magnífica antología en más de un centenar de poemas procedentes de libros como Astrolabio, Noche más allá de la noche, Jardín de Orfeo, Desiertos de la luz, Canciones para una música silente y En los prados sembrados de ojos.

Escritura y vida, emoción y conocimiento, música y mirada, misterio y armonía, se armonizan en una poesía que explora el tiempo y su símbolos, ahonda en la dimensión moral de la estética y aspira a la revelación de una realidad superior a través de la palabra poética inspirada.

Todo ese proceso se recoge también en esta selección que resume más de cuatro décadas de escritura inspirada en la isla, que Colinas ha venido reflejando desde Astrolabio, un libro de 1979, hasta el reciente En los prados sembrados de ojos, al que pertenece el 'Poema de la eterna dualidad' con el que se cierra esta antología. Estas son sus últimas estrofas:

Por eso, esta noche
me asomaré de nuevo
al pozo de allá arriba
y volveré a hacerme las preguntas
que Virgilio, o Leopardi o Rike
(o cualquier hombre) se hicieron;
regresaré a ver qué me transmite
el astillado espejo de la noche,
el símbolo marcado en nuestras almas
sedientas.

Y cerrando los ojos en lo oscuro,
olvidaré los prados de la muerte,
retornaré a ese punto entre mis cejas
a esa estrella de fuego invisible
que es como una muerte
muy dulce (pasajera,
pues no mata).
Gozosa sensación de infinitud
que alguien le concede
a quien nace y se sabe
luz finita.

Por ello, no pases, tiempo.
¡Detente, instante
de oro!