01 marzo 2022

Antonio Agudelo. Córdoba en 65 miradas

 


¿A quién pediremos noticias de Córdoba? 

Con ese verso, tomado de la elegía en la que el también poeta cordobés Ibn Suhayd lamentaba la ruina del califato omeya, abría Pablo García Baena su poema Córdoba

Como otros poetas del grupo Cántico -de Ricardo Molina a Julio Aumente, de Juan Bernier a Mario López-, García Baena proyectaba su mirada sobre una ciudad en la que se cruzan épocas y tradiciones para representar entre otras cosas los efectos demoledores del paso del tiempo.

Y a esa brillante tradición de evocación poética de Córdoba, de la que, entre la oda y la elegía, forman parte Góngora, García Lorca o Fernando Quiñones, se suma ahora Antonio Agudelo con la intensidad poética y la verdad humana de su Córdoba en 65 miradas, que publica la Editorial Iruya en una espléndida edición ilustrada con doce imágenes de Francisco Vera Muñoz, José Antonio Pérez Guillén y José María García Parody. 

La abre un prólogo de Federico Abad, que destaca que “el enfoque que Antonio Agudelo ha escogido para Córdoba en 65 miradas es radicalmente poliédrico. Con solo hojear el libro, al lector podría llamarle la atención el hecho de que en él conviva, al igual que en una casa de vecinos –de nuevo el microcosmos de la ciudad–, el verso con la prosa, la narración con la expresión íntima, lo referencial puerta con puerta con lo críptico. Digo que el enfoque es poliédrico aunque del mismo modo cabría definirlo como caleidoscópico.”

Organizados en seis partes, sus setenta y cinco textos en verso y prosa van de la celebración al lamento de la decadencia, del amor al dolor, de lo público a lo confesional, de lo documental a lo simbólico, en un itinerario de creciente intensidad y de progresiva profundidad hacia lo interior:

Quiero decir que a esta hora de la mañana Córdoba resplandece, que dan las doce en el reloj de la Plaza de las Tendillas, con el sonido del guitarrista Juan Serrano por soleares y que se llena de música y luz mi viejo corazón, que la estatua del Gran Capitán nos mira desde otro tiempo, que la Plaza está rebosante de vida y alegría, de hombres con gallardía y labios fríos de besar a tanta muerte, y de mujeres bellas tocadas por la gracia, que los estudiantes del Instituto de don Luis de Góngora salen a la hora del bocadillo con la lección aprendida, que miran con impaciencia la pantalla de su teléfono móvil, que leen las instrucciones del juego y memorizan los mensajes de Amor, que el perro del verano tiene sed y camina sobre las aguas de la fuente del deseo o de las Tres Culturas, que Pablo García Baena es un lirio en los ojos de mayo, que los obreros de la luz están muy cansados, que al final de la jornada siempre espera una madre con el balcón abierto, con el pan crujiente sobre la última mesa y los cristales húmedos por las lágrimas negras. Quiero decir que Córdoba es el paraíso en primavera y el infierno en verano. Oh, el hijo del Sol y de la lluvia de abril. Resucitar y verte, oh ciudad inmortal de la Belleza.


¿A quién pediremos noticias de Córdoba? Ahora, también a Antonio Agudelo, que ha sabido aunar verdad humana y belleza poética, intensidad verbal y emoción transitiva en textos como ese, o como este que remata el libro:

Verás tu espíritu entrar en la ciudad de Córdoba; buscando el sentido de la Luz, que tus pestañas arden en el lenguaje, que la rosa de la ira te fortalece y que luego te vuelves indolente, frágil y vulnerable en un territorio blanco abandonado por las palabras. Verás un Pueblo cerca de Düsseldorf en Alemania, una plaza soleada con un café en la esquina sucia y el toldo raído, unos ancianos que hacen tiempo y otros mercaderes de comestibles que hablan del fragor de los negocios de la carne.Verás los frutos frescos,las colmenas de miel dura y la púrpura,la floración binaria de la música y la ira, la tarde que sangra dulcemente entre resplandores y las canciones antiguas de las niñas tras abandonar la fábrica. Verás que, mientras los obreros cantan hermosos poemas en la Luz, el loco tropieza dos veces con la misma sombra, y guarda silencio para nada, la madera se pudre con el calor y la humedad, el óxido prospera tierra adentro, en la Tierra de Fuego. Verás que el horizonte es una mano de luz que abre las puertas del silencio para entrar en el Gran Teatro de sombras, y no hay hilo quirúrgico que cierre las heridas, el pájaro maravilloso de la Belleza que canta incesante, no se cura nunca pero crece. Verás el Pastor en el desierto, escucharás sus gritos vespertinos y su borra a su albedrío siempre perdida, en una parcela injusta, bajo un cielo pálido y un establo de uralita, contempla el Ángel del ocaso, porque el mundo más allá de la noche sigue siendo un misterio. Verás la máquina de la familia y la máquina de la madre con los ojos abiertos llenos de amor y de morfina, son las cosas que hacen crecer el corazón, la salud de los vínculos es esta sencilla homeostasis. También verás que la vida se resuelve entre nudos sobresaltados y entrarás al Palacio de Viana dispuesto a besar a la Reina con fervor. Y finalmente no verás nada, ni sentirás nada y llorarás: morir es despertar en el olvido. Verás un pensamiento de Vida sobre la muerte.