11 abril 2022

Ramírez Lozano. Chinadown

 



De la mata del jazmín. Fue de debajo de la mata de donde salió. Aquella era una noche templada de las de abril en las que solo se escucha la noche, ese oreo de zumbidos que nada tiene que ver con el trajín de los hombres porque nace de la propia noche como un lenguaje embriagador que embauca y deja a Sevilla suspendida en su propio sueño. La plaza del Triunfo estaba desierta a esas horas. La luz ambarina de las farolas, de tan viva, parecía prestada de las pocas naranjas que aún quedaban en la fronda. Tan clara que nada que se moviera podría pasar desapercibido sobre las losas. Aquella era una rata bicha y roma, pelona casi, que sacudió la mata con su tralla y desfloró el arbusto en una lluvia blanca y repentina, una alarma de pétalos que puso extraña la noche y al tonto en un tris.
¡La Vigen yo! -la vio venir de lejos Maranto.

Así comienza Chinadown de José Antonio Ramírez Lozano, que publica Grupo Pandora con edición de  Pedro Tabernero en un volumen de gran formato profusamente ilustrado por Roberto Sánchez Terreros.

Chinadown es una ingeniosa  historia que se ambienta en “lo de los chinos ahí abajo”, como dice Maranto, el bobo del Tardón, ya viejo conocido de otras novelas sevillanas de Ramírez Lozano como Bata de cola o El capirote púrpura, y “tan afín a las cenizas y a la vida del más allá como fue siempre.”

De su mano acompañamos al comisario Roncero en su doble viaje dantesco a una Sevilla subterránea y a su Guadalquivir en sombras para llevar, desde un zaguán de la calle Abades, las hostias de las monjas de Santa Inés al venerable don Miguel de Mañara, y desde una trampilla del restaurante Don Remondo el abono con el que Nicolás Monardes, que sembró los primeros tomates españoles en la calle Sierpes, cultiva raíces en el submundo.

Un descenso a esa “ciudad invertida” a la que alude en su prólogo Eliacer Cansinos, que recuerda que esa “convivencia de vivos y muertos constituye otro de los signos de identidad, ya desde sus comienzos, de la literatura de nuestro autor.”

Una inquietante bajada al inframundo secreto donde se trama la conjura de ratas y chinos, ganaderos de roedores, infiltrados en las hermandades sevillanas y traficantes de túnicas en trenes infernales.

Una peripecia de pesadilla que termina en el chino de Pagés del Corro antes del sorprendente desenlace. Y sobre todo, como de costumbre en la literatura de Ramírez Lozano, una fiesta de la imaginación y una celebración del lenguaje.