01 julio 2022

David Delfín. Equívocos Árboles Caligrafías Personas

 



Detenerse en la parte más viva de la certeza que se anuncia se multiplica se evapora y, sin dejar de ser vínculo, atenúa esas jornadas que dejan cicatriz, tan acostumbradas a la aproximación entre invisibles y desaparecidos, cazadores y víctimas, mercaderes y protestantes online, entre auxiliares a los que el futuro está siempre alargando los huesos. Todo prosigue, y, sin embargo, a imagen de la respiración -que sin tocar desde ti se posa- das a luz cuentacuentos arropada con ilustraciones y días que no se parecen, oculta como las raíces que los glaciares arrastran en su lentitud: existencia no desprotegida y amor imaginación de mil años, 

instinto y razón de armonizar 

equívocos  árboles caligrafías personas.

En ese ‘Preámbulo traza David Delfín el programa poético que sustenta su Equívocos Árboles Caligrafías Personas, que publica Maclein y Parker con un prólogo en el que Jesús Aguado señala que este libro es “un catálogo de fragilidades. Y un collage de fragilidades.” 

Los textos de Equívocos Árboles Caligrafías Personas se sustentan en una escritura que, tras un proceso de deconstrucción de la realidad, devuelve sus pedazos recompuestos en una nueva sintaxis y una nueva semántica que articulan su resignificación con unas claves interpretativas que remiten a la memoria personal.

Desde su estructura ausente, sus signos en rotación invocan en su estructura caleidoscópica fechas, nombres y lugares, convocan a Neruda y a McCartney, a Lennon y a Borges, a Juan Ramón y Carlos Cano, a Alfonso Canales y Aureliano Buendía, a Orwell y Cortázar, a San Juan de la Cruz y Pérez Estrada, evocan a Machado y sus complementarios o el You'll Never Walk Alone.

Se trata -señala Aguado en su prólogo- de “una escritura que no produce enunciados ni mensajes, sino energías, atmósferas, anfractuosidades, indeterminaciones, sesgos, roturas. Una escritura porosa, contrabandista. Una escritura que, cuando uno está a punto de llegar a una conclusión (a establecer unsilogismo, a apuntar y apuntalar una idea central, a subrayar una ley universal o particular), cambia el paso, es decir, nos coge con el paso cambiado, nos descoloca, nos obliga a volver al principio, nos zarandea, incluso nos increpa. Una escritura que, consciente de que su futuro está detrás y su pasado está delante, parece confiar únicamente en la escritura que se tacha a sí misma, que se contradice, que balbucea (y por eso emparentada con la mística), que duda infinitesimalmente.”

Y así construye David Delfín un potente artefacto verbal y significativo que propone al lector una imagen inédita de la realidad:

Lírica en piel, piel en máscara, máscara cuando todo es ficción, ficción en personas; personas 

érase una vez dioses.

Porque, como recuerda Agustín Fernández Mallo en el epílogo, “la realidad no está ahí fuera esperándonos, la realidad se construye con el lenguaje”.

David Delfín lo había dicho de otra manera en (Moléculas):

No se puede intentar comprender la poesía como si fuera el BOE