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15 agosto 2022

Sade y la Revolución francesa

 



En abril de 1779, de nuevo fue encerrado en Vincennes, donde tuvo un amor platónico con la señorita de Rousset, una amiga de su mujer, y de donde sólo habría de salir para entrar en la Bastilla, el 29 de febrero de 1784. Allí escribió la mayoría de sus obras. En 1789, a sabiendas de la Revolución en ciernes, el marqués de Sade comenzó a inquietarse; tuvo algunos altercados con el señor de Launay, gobernador de la Bastilla. El 2 de julio, ocurriósele valerse, a guisa de megáfono, de un largo tubo de hojalata, una de cuyas extremidades terminaba en embudo, que le habían proporcionado para que vaciara sus aguas en el foso a través de su ventana, que daba sobre la calle Saint-Antoine. Gritó repetidas veces que «a los prisioneros de la Bastilla se les degollaba y que había que liberarlos». Por entonces había muy pocos prisioneros en la Bastilla, y es harto difícil llegar a descubrir las razones que excitaron la furia del pueblo y lo impulsaron justamente contra una prisión casi desierta. Pero no es imposible que hayan sido los llamados del marqués de Sade, así como los papeles que arrojaba por su ventana y en los que detallaba las torturas a que eran sometidos los prisioneros del castillo, los que, al ejercer cierta influencia en los ánimos ya excitados, desencadenaran la efervescencia popular y provocaran, por fin, la toma de la vieja fortaleza.
El marqués de Sade ya no estaba en la Bastilla. El señor de Launay, asaltado por algunos temores bastante serios (y he aquí algo que no estaría contra la hipótesis de que el marqués de Sade fue la causa del 14 de julio), había solicitado que se le librara de su prisionero, y merced a una orden real fechada el 3 de julio el marqués de Sade había sido trasladado, el 4 de julio, a la 1 de la mañana, al asilo de locos de Charenton. Un decreto de la Asamblea Constituyente acerca de las cartas reales le devolvió al marqués su libertad. Salió de la casa de Charenton el 23 de marzo de 1790.

Guillaume Apollinaire.
El Marqués de Sade
Traducción de Hugo Acevedo..
Ed. Brújula. Buenos Aires, 1970.