La duda ofende y la realidad, a veces, también. Por eso tendemos a camuflarla.
Sin ambages, y sin ánimo de ofender, defendemos la verdad del titular: “Obama es negro”. La expresión ni es ni pretende ser peyorativa, entre otras razones, porque el adjetivo tampoco lo es.
Que Barack Obama es negro es evidente, pero pocas veces veremos escrito ese aserto por temor a ofender. Para evitar términos como negro, considerados de mal gusto, la lengua dispone de eufemismos o, lo que viene a ser lo mismo, del lenguaje de lo políticamente correcto, que prefiere “de color” o “afroamericano” para referirse a la raza negra, “interrupción del embarazo” en lugar de aborto, “desfavorecidos” antes que pobres o “faltar a la verdad” para evitar mentir.
Esta tendencia a enmascarar la realidad hace que seamos imprecisos en muchas ocasiones. Como sostiene el periodista Enric González, «esas palabras inofensivas acaban desplazando a otras más útiles». Así, nos encontramos con que los salarios no están bajando, sino “moderando su subida”, con que el descenso ha sido injustamente apartado de los textos económicos y sustituido por “el crecimiento negativo”, o con que ser despedido haya pasado a “ser desvinculado”.
Como dice la canción, nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio.
María Irazusta.
Las 101 cagadas del español.
Espasa. Barcelona, 2014.