Víspera del pájaro
Con el fondo del Tajo de Pisco Montano, que diseñó Trajano y que Turner apuntó en un cuaderno de trabajo en 1819, y el homérico Circeo de Terracina, estas espléndidas fotografías de Marcela Filippi me han traído a la memoria este poema de Luna y ciencia nocturna:
VÍSPERA DEL PÁJARO
Esta luz de la tarde, marítima y naranja,
vibra en el ojo y deja salitre en las pupilas,
en el lugar exacto donde vuelca la sangre
su insistente ceguera de penumbras.
Desde el mar la blancura sesgada de los pájaros
vuelve al lugar del sueño, al refugio escondido
en la simiente oscura de la noche.
La quietud de la hora se desliza en silencio
como un río hacia la sombra
por el sigilo lento de la tarde.
Es el mismo lugar donde vivieron
la víspera del nombre y el fulgor de la espiga.
Y la vida miraba hacia delante
y no era de ceniza su memoria, su materia de olvido.
Laten bajo la nieve unánime del tiempo
los frutos despoblados de un corazón en calma
y el pormenor de arena que te hiere la frente
con pájaros dormidos.
Levadura de espejos, manual de raíces,
inventario de esporas o saldo de pavesas.
Y hay días indigentes
como un amanecer de invierno en las estepas.
Pétalos o campanas
o el dolor con espinas sucesivas
en las llamas azules de las noches del hielo.
Pájaro equinoccial, víspera azul del sueño.
Todo es llama sin canto,
respiración frutal de la mirada,
expectación de pájaros ocultos.
Allí tú oyes la luz,
que canta, aún no nacida,
en la intuición de vuelo del pájaro en el alba.
A otra vida más alta cantará cuando cante
la luz en la semilla o el fruto del invierno
que poco a poco nos convierte en nieve.
(Luna y ciencia nocturna. Icaria. Barcelona, 2011)
<< Home