El Proustógrafo
“El Proustógrafo se lo debe todo a la investigación literaria y a la crítica proustiana, que ahondan en todos los campos de las ciencias, humanas o no. Desde hace más de cien años, el hombre Proust y su obra catedralicia han hecho nacer bibliotecas enteras, en innumerables lenguas y en los más diversos soportes. Como una terra incógnita documentada por obstinados geógrafos —donde las manchas blancas se vuelven cada vez más pequeñas—, decididamente deseamos saberlo todo de Proust y de sus libros. ¿Por qué no podría representarse la totalidad del saber proustiano acumulado a través de infografías?
«Un buen croquis es mejor que un largo discurso»: en un mundo en que la información de libre acceso se multiplica de forma exponencial, en que el tratamiento de miles de millones de datos se realiza en menos tiempo del que se necesita para escribirlos, en que las estadísticas están por todas partes y en que la cultura letrada retrocede sin cesar en favor de la imagen, los medios parecen haber hecho suya definitivamente esa frase de Napoleón Bonaparte.
La vitalidad de la crítica, cuando conseguimos aprehenderla en su totalidad, ha permitido poner a nuestra disposición innumerables datos, esos que solo esperan que un diseñador gráfico talentoso los convierta en frisos, esquemas o árboles genealógicos. El amante de los libros hermosos Nicolas Beaujouan es el artista encargado de hacerlo en esta empresa de figuración y renovación de las formas de la enciclopedia proustiana”, escribe Nicolas Ragonneau en el prólogo de su Proustógrafo, su original acercamiento a Proust y A la busca del tiempo perdido a través de las infografías de Nicolas Beaujouan que publica Alianza Editorial con traducción de Isabel Soto López.
Esta es una de las infografías de un volumen llamativo del que dice Thierry Laget en su Prefacio: “Nicolas Ragonneau, por su parte, ha creado el Proustógrafo, al considerar que En busca del tiempo perdido es un fenómeno de alcance cósmico, un prodigio de la categoría de las auroras boreales, del paso de los cometas, de los eclipses, que sobrepasa la condición humana y hay que trasladar a nuestra escala mediante infografías, curvas, diagramas, para comenzar a percibir su inmensidad. Este invento no consume energía alguna ni emite gases de efecto invernadero. Es prácticamente silencioso y solo provocará carcajadas o accesos de admiración, pues sus engranajes están lubricados con una aceitera de ingenio o, como se diría en inglés, con humour.
Sin embargo, el invento no carece de precisión, pues bebe de las mejores fuentes de información, nunca hasta la fecha reunidas de una forma tan ergonómica y atractiva. ¿Qué obra podía, antes que esta y con tal parquedad de palabras, mostrar a su lector cuántos libros vendió Proust, a qué idiomas se tradujo su novela, qué había en su biblioteca, qué países visitó, qué drogas tomaba, cuántas decenas de miles de cartas envió, a cuántos personajes dotó de vida y de habla, cuáles son las particularidades de su estilo, cuál es la verdadera historia de la magdalena, en qué año lució bigote de morsa?”
“En busca del tiempo perdido es un mundo tan complejo y tan completo que cada generación está obligada a construir nuevas brújulas para orientarse en él. El Proustógrafo no pretende dar cuenta de toda la novela, pero permite, de una tacada, contemplar el trabajo que llevó a cabo el escritor, el esfuerzo que debe realizar su lector, evaluar la intensidad del placer que este puede obtener de su relación con la obra maestra, medir la longitud y la velocidad de las ondas que ha provocado la explosión de esta galaxia y que se han propagado, hasta el día de hoy, en nuestra literatura (y más allá).Todo ello le valdrá a su artífice una medalla de oro en la próxima exposición universal y una vitrina en el Museo de Artes y Oficios, entre el péndulo de Foucault y el gasómetro de Lavoisier.”
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