Reencuentros con Samuel Pickwick
Somos lo que somos: Si el Pickwick del final aparece como más noble y más digno, el que vivirá más en nuestra memoria es aquel que después de franquear insensatamente los muros de un pudoroso pensionado de jovencitas se ve enredado en una situación tan equívoca como hilarante, es aquel que se ingeniará para quedar entre dos regimientos de caballería en maniobras que se aprestan a lanzarse a rienda suelta el uno contra el otro. En el fondo la verdadera razón de la persistencia de Pickwick está en que nos devuelve a la alegre inocencia de la infancia, sin ética y sin maldad al mismo tiempo. Y el deseo periódico de releerlo viene, creo, del inconsciente deseo de beber en él como en la fuente de Juvencia; lo que esperamos y deseamos es el absurdo delicioso de tantas aventuras pueriles en un mundo de adultos; su final no es más que el resignado reencuentro con nosotros mismos, y cerrar el libro vale como el gesto melancólico de ponernos una vez más la corbata antes de volver a nuestro trabajo cotidiano.
Julio Cortázar.
En Obra crítica.
Debolsillo. Barcelona, 2017.
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