12 octubre 2022

Belascoarán Shayne, Detective

 


Seguía haciendo frío, a pesar del sol mañanero que pasaba a través de los vidrios sucios. El despacho estaba abierto al ruido de Pino Suárez; al ruido de las oficinas de al lado, llenas de abogados, empresas fantasmas, pequeños sindicatos charros, un dentista arrugado por el paso del tiempo sin clientes; una distribuidora de cuentos de manitos, y un baño excesivamente cercano y oloroso. La placa le provocaba a veces risa, a veces un coraje lento, y una que otra vez una vaga sensación de orgullo.

BELASCOARÁN SHAYNE
Detective
GÓMEZ LETRAS
Plomero

Tenía para tres meses más de renta y comida, después tendría que arrastrarse al viejo empleo, o buscar uno nuevo.
—¿Y qué, pagan algo por agarrar a ese? —dijo Gilberto el plomero.
—No, creo que no...
—¿Y por qué no le da a otras chambas...? O de jodida le entra de madrina a la Judicial... Si le gusta lo de policía...
Héctor pensó que no valía la pena contestar.

Esas líneas forman parte de Días de combate, la novela con la que Paco Ignacio Taibo II fundaba en 1976 la gran novela policiaca mexicana. Se inauguraba así un ciclo protagonizado por el peculiar detective Héctor Belascoarán Shayne, de padre español y madre irlandesa, ingeniero retirado a los treinta años, irónico y cojo, tuerto y bienhumorado, que desempeña su labor de investigación en la no menos peculiar Ciudad de México.

Esa serie de novelas negras, que se cierra en 2005 con Muertos incómodos, abarca un total de diez novelas, de las que Reino de Cordelia publica las cuatro primeras -Días de combate, Cosa fácil, Algunas nubes y No habrá final feliz- en un amplio volumen prologado por Ángel de la Calle, que escribe: “En Días de combate conoceremos a Héctor Belascoarán Shayne, el detective con licencia obtenida por correspondencia. A sus particulares vecinos de oficina. Su pasión por la muchacha de la cola de caballo. Su preferencia por la Coca-Cola. Su nunca satisfecho deseo de saber más de lo que aparece en la superficie.
Y lo mejor, la Ciudad de México que Taibo II cuenta como nadie. Ha sido tan imitada su particular manera de contar, de acercarse a esa megalópolis tan cruel pero tan amorosa, tan enorme pero tan próxima, tan infectada de dióxido de carbono como transparente, que ya no nos damos cuenta de en qué novelas surgió ese punto de vista para narrarla, esa mirada descarnada pero encantada del territorio urbano del Distrito Federal, esa Gorgona de la que no quieres alejarte aunque pueda devorarte.”

Con ecos del mejor Chandler, Taibo construye con destreza la figura de un detective irrepetible, de un personaje complejo con el que explorar la problemática naturaleza del crimen, su transfondo ambiental y social, la realidad urbana de un México DF ruidoso y contaminado que está en la raíz de la violencia y la corrupción o la enmarañada conexión de hechos que explican los asesinatos.

En No habrá final feliz, la novela que cierra este volumen, Belascoarán hace su autorretrato en estas potentes líneas:

-Mira, pinche Paco —dijo Héctor apagando su último delicado en el cenicero de latón—. No, yo detective, yo pura madre. Yo lo único que pasa es que no sé escribir novelas, entonces me meto en las de otros. Yo solito contra el sistema, ya vas. Llevo cinco años cultivando el estilo, porque lo que es la puntería, con la 38 a 10 metros se me pela un elefante. Estoy tuerto, cuando llueve cojeo, ayer me di cuenta de que ya tenía canas, estoy más solo que perro esquinero, si no fuera por mis hermanos, no tenía a nadie a quién llorarle. No lloro nunca. Me emputa tanto como a ti, me reencabrona cómo se van consumiendo el país y lo van haciendo mierda. Soy tan mexicano como cualquiera. Ha de ser por eso que ya no creo en nada más que en supervivir y seguir chingando. A mí el 68 se me pasó entre los ojos y cuando me di cuenta, ya estaban los tanques en la universidad. Leí al Ché a los 30, y eso porque una vez me quedé encerrado en una casa donde no había otra cosa que leer. Estudié ingeniería para hacer puentes, catedrales, drenajes, ciudades deportivas y terminé de ojete en la General Electric. ¿A mí qué me dices? Yo soy detective porque me gusta la gente.

En el Prefacio que escribió en 2009 para presentar las diez novelas del ciclo, Taibo escribía: “Belascoarán vive en una ciudad apasionante y terrible, donde lo criminal desciende de las alturas del poder, bajo la forma de abuso, corrupción policiaca, desastre del sistema judicial y carcelario, ilegalidad permanente para los ciudadanos y privilegios de intocables para los oligarcas. Pero vive también en el paraíso del humor negro, de la solidaridad del barrio, de la generosidad y del absurdo.
Por sus historias pasan estranguladores de mujeres en los baños de las oficinas, narcotraficantes rumberos, luchadores de lucha libre enamorados, actrices de cine en decadencia, maestros de escuela perseguidos por líderes corruptos, jefes de policía que construyen mansiones romanas en Acapulco, escapistas que triunfan en televisión y que doblan empleo entrenando grupos paramilitares, agentes de la CIA desempleados, el fantasma de Emiliano Zapata, gobernantes ladrones de piezas arqueológicas, expertos en la red cloacal, tapiceros que investigan delitos sexuales, escritores de novelas policiacas, policías secretos que dirigen bandas de asaltantes de bancos, actrices porno con hija secuestrada, pistoleros que venden boletos de rifas para reina de la Primavera, propietarios de edificios que practican la magia, conejos que funcionan como mascotas…”

Las novelas del detective Belascoarán Shayne han tenido una extraordinaria acogida, se han reeditado y traducido decenas de veces y se han adaptado recientemente en una serie de Netflix que se estrena hoy.

Esa acogida de los lectores se explica porque -como afirma Ángel de la Calle en su prólogo- “estamos ante uno de los más importantes ciclos de novelas de la literatura contemporánea en español.[…]
Como dijo un crítico francés, en los libros de Belascoarán Shayne la mejor literatura se une con la más elaborada intriga y con el abundante humor, tan necesario en un tiempo en que la violencia y el abuso es la ley.”