24 octubre 2022

Eros y otros trazos. Un ensayo lírico

 


“Con los grandes temas sucede algo curioso: o se los trata con académica solemnidad o se los ataca demasiado de soslayo como para que su consideración permee de verdad. Y, aunque uno no tenga intención alguna de detenerse largo y tendido disertando sobre cuestiones como la identidad, la libertad o el erotismo, no cabe duda de que a todos, de una manera u otra, nos atraviesan por defecto, seamos conscientes o no. Al tomar decisiones, al amar, al no encontrar las palabras, al experimentar pérdidas, al preguntar… En definitiva, al participar de cada engranaje de esto que llamamos vivir, estos temas nos traspasan cada vez de forma distinta”, escribe Silvia Ardévol sobre sus intenciones literarias en el capítulo inicial de Eros y otros trazos, que publica en la colección Levante de La Isla de Siltolá.

Identidad, Libertad, Eros, Intelectualidad, Espiritualidad y trascendencia, Lenguaje y etiquetas y Verdad son las siete estaciones por las que transcurre este ensayo lírico en el que la autora reflexiona en diálogo con sus lecturas sobre algunas de las claves que atraviesan la historia del pensamiento y de la cultura desde la antigüedad clásica del Edipo Rey o de Platón hasta la posmodernidad de Baudrillard o Deleuze, pasando por Montaigne o Rimbaud.

Sus apretadas páginas, que combinan la densidad reflexiva y el homenaje a las lecturas formativas, pretenden “poner en diálogo lo que se ha venido diciendo sobre estos temas que nos ocupan por el mero hecho de estar vivos, con un trazo impresionista que recoja también reflexiones personales pero sin pretensión de defender ninguna tesis concreta. Poner sobre la mesa recortes, resonancias, perspectivas que amplíen la mirada, que esta gane en complejidad, en hervor, en vitalismo.”

Páginas que son también una invitación a conseguir el bienser, el objetivo humanístico que propuso Emilio Lledó como alternativa al bienestar; una invitación a entrar en ese bosque de textos literarios y filosóficos que además de proponer respuestas generan preguntas: Auden, Barthes, Borges, Camus, Canetti, Cortázar, Goethe, Kafka, Nietzsche, Rilke, Safranski, Steiner o María Zambrano son algunos de los referentes que se enumeran en el apartado final, Lecturas.

Son las obras que provocan o encauzan las reflexiones de la autora a partir de su ímpetu lector, porque, como ella misma explica, “los libros que uno ha ido leyendo le han ido configurando, pero también muchas veces han hecho zarandear cimientos, poner en cuestión lo aprendido, ampliar horizontes que ni se contemplaban. Por eso el paseo propuesto a continuación lo planteo desde el compartir fragmentos de lecturas que me han regalado grandes dichas pero también grandes incomodidades. Trazos que me han seducido pero también otros que me han sobrepasado, que me han irritado, que me han hecho situarme al otro extremo de lo que venía pensando hasta entonces. Y son esos subrayados los que permanecen en conversación permanente con las supuestas convicciones.”

Dejo aquí dos ejemplos del método ensayístico de la autora:

La premisa primera debería ser la aceptación tácita de que buena parte de las cosas se nos escapan. Como cuenta Bolaño en Los detectives salvajes: «Hoy no pasó nada. Y si pasó algo, es mejor callarlo pues no lo entendí.»

La intensidad engancha. Y todo lo que crea adicción presenta sus peligros particulares. ¿Cómo sostener la insulsez de las obras no elevadas? Alejandra Pizarnik sabía de este apego a lo exaltado: 
«Ojalá pudiera vivir, solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.»
Este es el precio que Eros se cobra, algunas veces, en su querer ser siempre exacerbado, en presencia y en ausencia.