“El haiku nació como una estrofa insubordinada […] que nació como idea o imagen que reverbera en el silencio”, escribe Eva Ariza en el prólogo -‘El arte insubordinado’- a su antología Memoria y haiku, que publica Nórdica.
La espléndida selección treinta y siete haikus, ilustrados por Pep Carrió, abarca textos de distintas épocas, desde el siglo XVII al XX, y sigue un criterio temático, no cronológico, en torno a temas como la fugacidad del tiempo, el paisaje o la casa.
La intuición del instante, eternizado por encima del tiempo en unos versos intemporales, la mirada espiritual a la naturaleza, la contemplación del paisaje como proyección de los estados de ánimo, la concentración expresiva, la sugerencia sutil, la leve melancolía hacen de estos haikus una de las manifestaciones más estilizadas de la poesía universal.
Poco importa ante estos textos saber que algunos de estos poetas vivieron en el siglo XVII, porque parecen contemporáneos en su honda contemplación de la naturaleza. Lo importante, lo que queda para siempre en esta poesía inmortal, es que en estos haikus se eternizan los momentos fugaces y las revelaciones, se funden las sensaciones, los sentimientos y las meditaciones, para crear una poesía imperecedera que inmortaliza los ocasos otoñales y las nieblas de invierno, el vuelo de las mariposas y el trino de los pájaros, el silencio o la soledad, como en este haiku de Bashō:
Mi única invitada,
la sombra que refleja en la pared
la luz de las brasas.
Una poesía que conecta en sus iluminaciones la flor y las batallas, el viento y la luna, el llanto de los grillos y el giro de los astros, el aire, la tierra y el agua, las huellas en la playa y el corazón de la montaña, la vida efímera del pasajero, como en este haiku de Shiki:
Me volví
y el hombre que me crucé
ya era niebla.
Así explica Eva Ariza en su prólogo la compenetración de textos e imágenes en esta edición ilustrada: “Memoria y haiku se ha compuesto con el propósito de respetar la naturaleza de estos poemas y de preservar el sentido de la composición requerido por cualquier libro mediante el diálogo establecido entre los haikus y las imágenes de Pep Carrió, una serie de ilustraciones con la forma simplificada de la cabeza, convertida en un microcosmos por las imágenes que aloja y la rodean.”
Estas son algunas de esas ilustraciones: