06 octubre 2022

Una aproximación a Pablo García Baena



 

 



ANTIGUO MUCHACHO 

Entre la noche era la madreselva como de música
y el sueño en nuestros párpados abejas que extraían
de las lluviosas arpas del otoño
un panal de violetas y silencio.
Con un escalofrío se presentía entonces el amor fugitivo 
como un trovador, bello de lazos y de cintas,
que, junto a un cenador donde una tea alumbra,
bajara por la escala del desmayado cuerpo de la infanta
al par que entre la fronda el ruiseñor perfuma de armonía la noche.
Erraba en las almenas un vago suspirar de abandonados velos, 
de cabelleras lánguidas flotando en los estanques
y un ajimez quedaba solo frente a la luna
adormecida por el laúd de los besos.
Revivo la mirada pálida de los espejos
y mi rostro preguntando en su oráculo,
y la mano que repasaba, lenta, mis mejillas, mis labios.
Había una ventana donde el mar convertía en espumas sus cisnes, 
y en los aparadores bandejas con membrillos cocidos
y el tarro de las guindas,
y las cidras frías por el mármol de la madrugada,
y los dulces de piñonate en su estrella de papel rizado.
El domingo escalaba con su luz amarilla,
con su parra latiendo de áureos cimbalillos,
los álamos sombríos del invierno,
y las horas, veloces, agitaban sus pétalos
como rosal que deja su nieve por el aire.
Y la noche llegaba al campo reclinando su cabeza en los montes,
y un miedo suave bajaba con el ladrido de los perros por las cañadas,
y la última garza de la tarde dormía entre los juncos. 
Decidme dónde tengo aquel niño con el cuello sujeto de bufandas
y la enorme mosca negra de la fiebre aleteando en mis sienes,
y en torno de mi lecho, Sandokán con la perla roja en su turbante
y Aramis perfumado de unción episcopal,
y Robinson bajo el verde loro balanceante de los bambúes. 
Aquel cerrado mirador, entre lutos,
donde paraban todos los años la Oración del Huerto 
cuando el Jueves Santo gemía en su larga trompeta morada. 
Y la Virgen Dormida, en un agosto de bengalas,
y los muertos contemplando desde su balaustrada de ausencias
las débiles lamparillas de la noche de Todos los Santos. 
Llovía en los cristales. Ahora, silenciosos, vuelven tristes perfiles,
voces que pálidas renacen,
como hojas arrastradas a un otoño de olvido.
Y como el nadador, dichosamente cansado,
deja escurrir los dedos del agua por su cuerpo desnudo 
volviendo su mirada hacia la playa,
así a ti me vuelvo,
buscando tu sonrisa en mi sonrisa,
tu mirar en mis ojos
y tu honda voz pura, antiguo muchacho,
fluyendo como un agua fresquísima
del manantial cegado de los días.

Ese magnífico poema, Antiguo muchacho, es uno de los que forman parte de Pablo García Baena. Una aproximación, de Salvador Gutiérrez Solís, que escribe sobre este texto: “Este poema, que da título al libro, sintetiza a la perfección la voz de Pablo García Baena. Alusiones al cine, a sus primeras lecturas, a la adolescencia indomesticable, a la búsqueda de ese paraíso de belleza y emociones, que siempre estuvo tratando de construir en su interior, lo carnal y lo espiritual, la sacristía y la taberna, los días y las noches, y todo ese universo, complejo, frágil y luminoso que es Pablo García Baena.”

El volumen, publicado por el Centro Andaluz de las Letras en 2021 con motivo del centenario de nacimiento de Pablo García Baena, inauguró la estupenda colección Clásicos Singulares, pensada para llegar a un público amplio con libros divulgativos firmados por escritores que conocieron a los autores homenajeados y que aportan una mirada personal sobre su vida y su obra, de la que se ofrece una antología significativa de textos. 

Este mismo año se han incorporado al catálogo otros dos titulos: Caballero Bonald. Entre el mito y el verbo, de Felipe Benítez Reyes, y Vicente Núñez. El desorden del canto, de Juan Lamillar.

Celebratorio y emocionado, el homenaje de Salvador Gutiérrez Solís a la vida y la obra de García Baena se subtitula Un himno a la dicha de vivir y es un recorrido apasionado por su obra poética, de la que afirma: “De Rumor oculto Los Campos Elíseos, de Córdoba a Nueva York, de Málaga a Venecia, de los baños de Popea a la fila 13, impar, del Palacio del Cinematógrafo. Casi un siglo de poesía y vida, de vida y poesía –en este caso el orden es insignificante–, en Pablo García Baena. Cien años de una de las voces más sugerentes, sensitivas, emocionales y trascendentales que nos ha deparado la lírica española de las últimas décadas.”

Cierra la selección, de más de treinta poemas, Poeta Local, “tal vez -escribe Gutiérrez Solís- el último poema que escribió Pablo García Baena, el 21 de septiembre de 2016, y que forma parte de ClaroscuroÚltimos poemas, un libro en el que se reúnen los poemas que escribió tras Los Campos Elíseos, y que contó con la edición de José Infante y Rafael Inglada, para la Editorial Pre-Textos, en enero de 2019, justo un año después de su fallecimiento.”

POETA LOCAL 

Allí estaba, en el pretil del puente, 
contemplando en días de temporal 
el bravío arrasar de la riada
que llevaba en fragor
ramas, aperos, vigas de almadía,
naos donde se posaban ateridas las aves. 
Era el poeta local.
Tal vez miraba sus huyentes días 
perdidos entre el légamo del agua, 
jirones del recuerdo en desmemoria. 
Era su vida: nuestras vidas son…

Tuvo un brillo de honores
en noche de liceo y de tapices.
Fanfarrias de las trompas y el aplauso 
anuncian la llegada de la Corte de Amor,
y la más bella dama, él recuerda a Darío, 
entre sus manos puso la eglantina de oro 
como un tirso enramado de citas y promesas. 
Ahora el desabrigo de los solitarios
le subía la bufanda hasta enjugar
gotas de lluvia o lágrimas,
y aún blande sus rimas,
escenas de un museo de cera apolillado
y andaluz.