José Luis Morante. Nadar en seco
OMBLIGO
Día de Champions
Es el mejor y quiere que se sepa.
Cordón umbilical,
la vanidad restalla
en la plaza interior que desprende de sí.
Única voz, consume
el desorden ególatra del mito
y la ferocidad de quien exige
admiración sumisa
y el calor estridente de los signos.
Salvador el silencio,
cuando juega el ombligo
pronuncia de otro modo
su inhóspito mensaje.
El fútbol corrobora jerarquía.
Un instante después, en el partido,
una chilena hipnótica
estrena marcador.
Nada nos une más que un gol de champions.
El chispazo conjura el lenguaje común de los aplausos
a la orbital estrella
que copara los cielos.
La admiración esculpe titulares.
Es una huella añeja
de palabras no dichas
que no sabe salir del laberinto.
Es uno de los textos que José Luis Morante incluye en Nadar en seco, que publican Isla Negra Editores y Crátera Editores, con un prólogo (‘Espacio de intercambio’) en el que José Antonio Olmedo López-Amor define el libro con estas palabras abarcadoras de su sentido poético y humano:
“Poesía aticista, que abraza la pulsión, la contingencia y constituye una ponderación íntima sobre el lugar que ocupamos tanto fuera como dentro de nuestros círculos. Poesía como efugio de lo real. Poesía concebida en un vaporoso presente como consecuencia de un pasado extinto. En consecuencia, poetizar la vida como intento por desentrañar los vínculos existentes entre poesía y vida.”
Y es que los cincuenta y dos poemas de Nadar en seco son una composición de lugar, una afirmación meditativa y vitalista levantada desde la memoria, una autobiografía moral que se sostiene en una ética de la mirada.
Una mirada transitiva que viaja de lo exterior a lo interior en recorridos de ida y vuelta por días y paisajes, en itinerarios vitales y poéticos de luces y sombras que toman forma en la voz lírica que, variada en tonos y en ritmos, expresa su conciencia melancólica del tiempo y la palabra en una indagación en el fondo de sí misma desde la incertidumbre y la vocación confesional de su poesía:
TINTA FRESCA
Te sueño y me propongo
hacer de nuestra vida
un poema continuo.
Con prisa, al despertar
te escribo el primer verso.
Un latido de lluvia me interrumpe;
su tacto transparente
diluye lo que escribo.
Intento improvisar
palabras en voz baja.
Tinta fresca.
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