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25 diciembre 2022

La abnegación del cerdo, el martirio del pavo



Pérez Galdós. 
Navidad - Glotonería universal

Es inútil hacerse ilusiones: las Pascuas se nos vienen encima, o mejor, nosotros tropezamos en ellas por más que nos empeñamos en dar un rodeo y entrar en el próximo año, sin pasar por estos días fatales de turrones, pavos, aguinaldos, tambores, pitos y nacimientos.

Es preciso que nos alegremos, que apretemos la mano a todo el mundo en señal de feliz enhorabuena; es preciso que tengamos apetito y hagamos prodigios de voracidad. Lo contrario nos haría parecer salvajes, incultos, paganos. Es de todo punto indispensable olvidar penalidades, tener buen humor, y sobre todo comer, comer a mandíbulas batientes. Reunámonos en un concurso gastronómico y rindamos culto al más espiritual de los pescados, el besugo; a la más simpática de las aves domésticas, el pavo; a la más ingeniosa de las argamasas azucaradas, el turrón. Un confuso ruido de mandíbulas resuena en todos los puntas de la tierra donde hay civilización. Un retintín sordo y continuado, como de platos que chocan con cucharas y cucharas que tropiezan con dientes, resuena en todos los puntos donde hay cocinas. Diríase que sobre el ámbito de las grandes poblaciones se extiende el majestuoso y al par incitante aparato de las bodas de Camacho. Las especias, que son al condimento lo que el perfume a la hermosura, esparcen por la atmósfera deliciosos aromas, capaces de abrir el apetito al surtidor de la Puerta del Sol. Osténtanse en las tiendas todos los apetitosos detalles de la composición culinaria que son puro lujo del paladar, y al par que recrean el estómago, adulan con dulces sabores los espirituales órganos de la deglución.

La gula tiene su poesía. El arte de cocina parece elevarse a la categoría de arte, en la genuina acepción de la palabra. Todas las teorías de Savary parecen destinadas a realizar ideales hermosos, y las elucubraciones de todos los que a tan difícil arte se han dedicado se nos presentan con formas estéticas que fascinan la vista y producen vértigos de entusiasmo artístico al estómago. Sí: toda esta poesía masticatoria y digestiva nace al calor de la inspiración que sopla en las tragaderas humanas la décima musa, el hambre. Muere el cerdo épicamente, y sobre la tabla fatal destinada a recoger sus despojos cadde come un che souno piglia: muere la falange de pavos, prorrumpiendo a coro en un himno de graznidos que enternecerían a todo el que no fuera aficionado a la carne del animal de Juno: exhíbense las frutas en toda su frescura, bellas, olorosas, orondas, como si el cuerno de Amaltea las derramara sobre la tierra. Todo es poesía: es bello el sacrificio de inocentes bichos domésticos; bello el rumor del agua que hierve; bello el voltear dеl asador; bello el humo que despide la marmita; delicioso el olor de las especias; encantadora la diligencia de la cocinera; hermosísimo el aspecto de una familia entregada a las delicias del besugo; sublime la abnegación del cerdo, el martirio del pavo.

La Nación 
Madrid, 24 de diciembre de 1865