Poesía completa de Andrés Sánchez Robayna
Canta, ya sosegado,
la lección de la sombra
Sientes, casi abrazados
bajo un cielo de zinc,
los árboles que llaman,
los latidos del gris.
La sombra te enseñó
piedad y paz, concordes.
Entra, pues, inocente,
en las sombras del bosque.
Ese texto, el último de la sección ‘Nuevos poemas’, cierra el espléndido volumen En el cuerpo del mundo, que reúne la poesía completa de Andrés Sánchez Robayna en Galaxia Gutenberg.
La de Andrés Sánchez Robayna es una de las trayectorias poéticas más importantes de la literatura española de los últimos cincuenta años. Desde el inaugural Día de aire (1970) hasta Por el gran mar (2019), la jalonan libros imprescindibles como La roca, El libro, tras la duna o La sombra y la apariencia. Y antologías como El espejo de tinta o Al cúmulo de octubre, que resumen un luminoso itinerario poético y espiritual del autor hacia el cumplimiento de la poesía como revelación y conocimiento.
La insularidad y la luz, el viento y la playa, el tiempo del recuerdo y el presente de la celebración, las olas y las aves son algunos de los componentes esenciales de una poesía que ha ido ganando en desnudez y en profundidad a lo largo de los años, aunque ya en su primer libro se leían versos como estos, que prefiguran su búsqueda poética:
Mudo caminas bajo el día de aire.
Excavas en la orilla la palabra
que dice el mar soplado. La palabra
que late desde el fondo de la roca.
[…]
Te buscaste en las piedras y en las aguas.
La noche toma el oleaje. Oscuro
tiempo de efigies que buscaste
para saber el nombre de la claridad.
Tiempo, espacio y ser son los referentes de ese viaje a la claridad, de esa construcción de la identidad sobre los lugares de la memoria, porque -como ha escrito el propio Sánchez Robayna- “el poema busca arrojar luz sobre el ser y sobre la existencia. Busca, en sentido estricto, la iluminación.”
Con esa carta de navegación se orienta una poesía de enorme calidad en la que se armonizan ejemplarmente la contemplación y la meditación, las presencias y las ausencias, la melancolía elegíaca proyectada en el pasado y la celebración hímnica del presente.
Y todo ello en un constante y difícil equilibrio entre la reflexión y la creación, entre la anécdota y su lectura transcendente, entre el espacio y el tiempo como ámbitos del texto, del sentir y el conocimiento.
Porque en los versos potentes y aéreos de Sánchez Robayna se cruzan lo autobiográfico con lo cósmico, la escritura con la naturaleza, la luz con la sombra, el azar con el destino, para sostener una concepción de la poesía como aventura, como reencuentro con una verdad perdida, como reconocimiento de una ignorancia, como revelación de lo real invisible, como viaje hacia el sentir absoluto, por usar la expresión del poeta.
Poesía que -escribía Robayna en los luminosos versos de Por el gran mar-, “atraviesa lo visible /.../ y lo invisible, entonces, muestra su realidad”, en una indagación en lo oscuro del misterio con palabras que “en su solo latido, traspasan la materia del mundo” y son el instrumento de expresión de la armonía de “una gota, solamente / de eternidad filtrada por el tiempo.”
Al final de esa búsqueda de la trascendencia frente a la temporalidad, de la disolución del yo y la revelación de la conciencia que caracteriza el itinerario poético de Andrés Sánchez Robayna, la serenidad se impone a la angustia, como sucede en el penúltimo fragmento de El libro, tras la duna:
Nube del no saber, espesa nube
o niebla, nos circundas, nos disuelves
en ti, nos anonadas, y nos fundes
a tu indiviso ser, y desaparecemos.
Blanda materia de tiniebla y nada,
acógenos. Que el cielo remontado
alce nuestra ceniza y que seamos
una nube cernida sobre el mar.
Porque “lo real se entrega sólo en la desnudez. En lo concreto, en la carnalidad. En el cuerpo del mundo” que da título a este monumento poético que muestra, más que la evolución de una escritura, su esencial coherencia, su impresión de conjunto armónico y creciente, su mirada sostenida hacia
el mar del que venimos y al que regresaremos.
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