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10 junio 2023

Víctor Jiménez. El agua entre las piedras

 



EN EL NOMBRE DEL PADRE

Diecinueve de marzo y desaliento.
Has vuelto solo al fin al piso en sombra,
el que, en verdad, no fue jamás el tuyo
(era tu hogar la casa junto al puente
del cálido arrabal donde naciste,
la que sus puertas abre, todavía,
de par en par al sol de tus recuerdos).
Has entrado lo mismo que un extraño,
lentamente, observando los objetos
que en soledad te miran a los ojos.
El piso está vacío. Sin latidos
que den calor a las habitaciones,
las dueñas de las llaves son las cosas:
los antiguos violines restaurados,
los pinceles y el viejo caballete,
los óleos y acuarelas y las armas
que decoran las pálidas paredes,
el busto de san Juan en simple barro,
la colección de sellos… y el reloj
que marca, ya parado, en la mesilla,
la pena en punto en que acabó su vida.
Y por él les preguntas en voz baja
esperando que te hablen, en silencio,
de todo cuanto saben, si lo han visto
de noche, en alma o sueño, en sus asuntos,
si tienen para darte algún recado…
Y esperas, impaciente, las respuestas
y una señal o un gesto que te diga
que está contigo ahora, aquí presente.
Porque no puede nadie ser buen hijo
si no siente el aliento de su padre.

Ese espléndido poema de Víctor Jiménez, publicado originariamente en La mesa italiana, un libro central en su trayectoria poética, forma parte de El agua entre las piedras. Antología 1984-2022, que publica Valparaíso con edición de Juan Lamillar, que en su prólogo (‘Un misterio luminoso’) sitúa a Victor Jiménez como poeta de la estirpe de Bécquer y hace un recorrido por su obra para dilucidar sus temas característicos (el amor y el tiempo, la memoria y la muerte) y los diversos moldes expresivos y métricos en los que se sustancian, para terminar con estas palabras que aclaran el sentido del título de la antología: “La piedra, materia inerte y el agua como representación de la vida; podríamos reconocer en ellas los dos ejes de una labor poética muy bien asentada: la constante permanencia de temas fundamentales y la aparición de otros más episódicos que actúan como contrapunto. Quizá el lector no sepa si afianzarse en la piedra o dejarse llevar por la corriente. Firme o fugaz, acertará al alzarse o sumergirse en estas páginas, porque en ellas encontramos una piedra que canta y un agua que vivifica el recuerdo y lo convierte en música, esa música que se desprende de las palabras cuando nos acercan al misterio.”

Con la difícil naturalidad del tono cercano y confesional que recorre sus libros desde los sonetos de La singladura hasta el arte menor de Con todas las de perder y Cuando eran una vida los veranos, con su demostrada solvencia en el uso de estrofas clásicas o de ritmos populares, Víctor Jiménez reúne en torno a su obra a aquellos seres sucesivos que ha ido siendo y que jalonan su evolución poética y humana.
 
Y lo hace en un ejercicio admirable de contención expresiva y de expansión sentimental, sístole y diástole de la palpitación poética de un autor que a lo largo de su ya amplia trayectoria acredita una virtud que muy pocos logran: la de ser un poeta que tiene algo que contar, un poeta que conoce el secreto del final intenso de los poemas y hace contagiosa la emoción dolorosa de versos como estos: “porque hay vidas que duran lo que quiere la muerte / y muertes hay que duran lo que quiere la vida.”

A base de fundir el chispazo emocional y la hondura meditativa con un estilo que fluye sobre la línea clara pero que no renuncia a la profundidad, Víctor Jiménez consigue levantar un mundo poético propio, sostenido temáticamente en la infancia y la memoria, en la nostalgia del tiempo y el amor, en las pérdidas y las premoniciones.

Este ‘Balance’ que hacía en Al pie de la letra podría resumir la temática y la tonalidad de su poesía:

Ahora que la noche no me tienta, 
cuando la vida apenas me enamora, 
algo me dice que llegó la hora 
de hacer balance y de rendirle cuenta.

Aunque prefiero iel sol a la tormenta, 
me tomo, como viene, cada aurora.
Lo que la vida entrega lo devora 
el tiempo. Y nadie vive de su renta.

Tampoco vivo del trabajo. A diario,
soy sólo un profesor de andar por clase.
Me dan pulso otras cosas y otros temas

que no se compran con un buen salario,
que no se pagan con el sueldo base.
Mis amigos, mi amor y mis poemas.