29 julio 2023

En buenas manos

 









 

En las de Rocío Moriones, que me envía medio centenar largo de fotografías del Cuaderno de Italia en su marco.

Con el fondo de la meridiana solar de Miguel Ángel en las antiguas termas de Diocleciano, frente al Tíber o en Villa Medici, en San Luis de los Franceses o en San Clemente de Letrán, en la Piazza del Popolo o en el Panteón, en el Pincio y en los foros imperiales, frente a Santa Agnese o contra los suelos cosmatescos de San Benedetto in Piscinula, el Cuaderno de Italia hace así un trayecto de vuelta que reaviva la memoria ardiente de Roma. 

Muchas gracias, Rocío, por llevarte el libro a las fuentes que inspiraron sus poemas. Estos dos le deben mucho a tus pistas:

SAN CLEMENTE DE LETRÁN

Debajo corre un río de tiempo rumoroso
que suena verdemente a catarata 
y un olor subterráneo deja desde la tierra
su humedad clandestina por el aire callado.

Una extraña plegaria escondida en lo oscuro
asciende hacia la luz 
que trepa por la piedra en estos escalones.

Tres tiempos se suceden y crecen hacia arriba:
desde un rito oriental de grutas iniciáticas
hasta un altar muy blanco y una isla milagrosa.

Arriba un ancla baja y una bóveda sube,
los ángulos conviven con las curvas del ábside, 
la cruz con el frontón pagano y los misterios,
igual que los silencios con las voces escritas 
en la luz de la tarde: 
“Fili de pute, traite!”, se lee en una pintura.
 
¿Se elevan o descienden por estos pasadizos 
los sueños y los miedos?

Viven en la distancia del animal dormido.
Trazan sus laberintos 
un mosaico de edades y piedras y ladrillos,
una oscura metáfora del tamaño del hombre. 

DEGLI ANGELI 
                         Termas de Diocleciano 

Busca la meridiana solar, te sugirieron.
Busca la meridiana que trazó Miguel Ángel 
con la luz que atraviesa variable el mediodía 
y recorre una línea de bronce sobre el suelo.

Busqué la meridiana sobre las viejas ruinas 
de unas termas romanas, detrás de una fachada 
que oculta el esplendor del mármol y el estuco. 

Y hallé lo inacabado, 
hallé un reloj de sol, la luz que se derrama 
tan alta en las columnas donde hubo un tepidario.

Alguien lo vio en un sueño de luces y de sombras
y alimentó el deseo de siete ángeles blancos.

No completé el viaje. Hallé lo inacabado:
tras los antiguos muros 
brilló un rincón secreto ajeno a la mirada: 
un humilde rincón de ladrillo y silencio.