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26 agosto 2023

Roma está sucia, pero es Roma



Roma está sucia, pero es Roma. Y para cualquiera que haya estado en Roma durante algún tiempo, esa suciedad tiene una fascinación que la limpieza de otros sitios nunca ha tenido. Naturalmente, todo depende de lo que entendamos por suciedad. Nadie va a defender aquí las condiciones de algunas calles romanas o de algunas costumbres de sus habitantes. Pero esa pátina que algunos llaman suciedad, para mí es color, y a los ojos del artista la limpieza de Ámsterdam arruinaría a Roma. La economía y una limpieza rigurosa se avienen mal con lo pintoresco. La mano del tiempo añade gracia a todo aquello que construye el hombre y nada hay más prosaico que la nueva austeridad. (William Wetmore Story. Roba di Roma, 1862)

En Attilio Brilli.
El viaje a Italia.
Traducción de Juan Antonio Méndez. 
A. Machado Libros. Madrid, 2006.





Son los problemas de la Roma urbi, en penoso contraste con la Roma orbe, que consigue sin esfuerzo patrocinio para bruñir sus monumentos. Bulgari pule los peldaños de Piazza di Spagna y Fendi da esplendor a la Fontana di Trevi. Un concepto local resume la situación: degrado. Roma se degrada, cada año más Nápoles y menos Milán. A mi llegada me costó dar crédito a la decrepitud. Hoy, contagiado del genius loci, el famoso menefreghismo o pasotismo, empiezo a ver con afecto las pilas de basura, parte de un paisaje demasiado familiar como para aceptar su desaparición. Vieja es esa tentación de elevar la suciedad a programa estético. Decir, como Ruskin, el mayor esteta de su siglo: «Roma está sucia, pero es Roma». Una frivolidad al alcance solo de las aves de paso.

Juan Claudio de Ramón.
Roma desordenada: 
La ciudad y lo demás.
Siruela. Madrid, 2022.