19 septiembre 2023

El milagro egipcio




“René «Aor» Schwaller de Lubicz (1887-1961), nacido en Alsacia, fue artista, químico, revolucionario, neopitagórico y egiptólogo, pero también, más secretamente, adepto y practicante del hermetismo, con una profunda experiencia en los procesos esotéricos de laboratorio. Alumno de Matisse, receptor del título caballeresco «de Lubicz» y colaborador de Fulcanelli (uno de los más influyentes alquimistas del siglo xx), Schwaller llevó a cabo uno de los más pode- rosos esfuerzos en el mundo moderno por aunar lo metafísico con lo concreto. Quizá porque su obra maestra, el tratado egiptosófico Le Temple de l’homme (El Templo del hombre, 1957-1958), contiene unas mil páginas de denso análisis geométrico, Schwaller es uno de los esotéricos más respetados y a la vez olvidados del siglo xx. En los círculos académicos, su enfoque simbolista de la egiptología suscitó una enconada controversia, mientras que en los ambientes literarios despertó la admiración de figuras como Jean Cocteau y André Breton. A pesar de ello, o quizá justo por ello, sus textos han merecido escasa atención académica”, escribe Aaron Cheak en el amplio estudio introductorio La llamada del fuego: la búsqueda hermética de René Schwaller de Lubicz, que sirve de prólogo esclarecedor a El milagro egipcio, de René Schwaller de Lubicz, que publica Atalanta en una magnífica edición ilustrada por su hija Lucie Lamy y traducida por Andrés Piquer Otero.

Entre 1939 y 1951, tras abandonar Mallorca, a donde había ido tras la pista de Ramon Llull, René «Aor» Schwaller de Lubicz se estableció en Egipto, donde intuyó ante el mural de la tumba de Ramsés IX que lo representaba como la hipotenusa de un triángulo rectángulo -el triángulo sagrado- la probable vinculación de la civilización egipcia con las tradiciones herméticas y pitagóricas.

Se iniciaban así una serie de investigaciones de egiptología simbolista y geometría sagrada que culminarían en su monumental El templo del hombre, del que este volumen recupera en su segunda parte una selección significativa de textos.

Schwaller de Lubicz, que ya había abordado interpretaciones esotéricas y alquímicas de las catedrales francesas, propone desde entonces una lectura simbólica del templo iniciático de Luxor como templo del hombre y como imagen del cosmos.

Murió en 1961 y en 1963 se publicó póstumo El milagro egipcio, organizado en dos partes: una primera, con artículos inéditos que son una preparación para el lector y una introducción a su obra capital, El templo del hombre, de la que se ofrecen la segunda parte los pasajes esenciales. 

Se trata de una recopilación de textos organizada por su mujer Isha, que afirmaba en la presentación de la primera edición de El milagro egipcio: “El esfuerzo del maestro por expresar estas enseñanzas de modo que fueran asimiladas por los menos instruidos dota a estos textos del conmovedor encanto de una enseñanza oral en la que el maestro se identifica con las dificultades de los alumnos y les muestra cómo orientarse a la hora de penetrar en la ciencia de los sabios.”

Matemática y arquitectura, pintura y geometría, número y conocimiento, analogía y volumen, simbolismo esotérico y teología se funden en estas páginas que proponen las claves interpretativas para descifrar el lenguaje iniciático de la religión egipcia y de la sabiduría faraónica, el pensamiento filosófico y matemático que está en la base de la cultura del Egipto de los faraones, olvidada tras milenios marcados por la filosofía griega.

La imagen y el signo, el lenguaje numérico y los ritos iniciáticos son las claves de un conocimiento articulado como pensamiento analógico y simbólico que encauza lo que Schwaller de Lubicz define como la inteligencia del corazón, que concibe el templo como imagen del universo. 

Y con ese punto de partida Schwaller de Lubicz reivindica la inteligencia emocional que, “en conexión con la inteligencia cerebral, puede abrir los ojos a una forma totalmente distinta de pensar y actuar.” 

Ese pensamiento espiritual y cosmológico, hecho obra y dotado de sentido  humano, es revelación y expresión de ideas y símbolos de armonía cósmica en una cultura como la egipcia, que refleja una manera de ser y de pensar la realidad, de concebir al hombre y el universo a través de conceptos como el Antropocosmos y el Templo místico con los que intenta iluminar las leyes de la creación que dan sentido al mundo, a la arquitectura del templo y a las inscripciones, porque “el templo debe leerse como un libro”:

La inscripción del pensamiento faraónico no ha de ser leída lógicamente como nuestras escrituras. Ha de ser interpretada.
La egiptología será exégesis o errará en sus fines y se quedará en lo insignificante.
En el pensamiento faraónico, el Hombre es el Antropocosmos, un Todo. 
[…]
La egiptología puede ser un oficio de sepultureros y de saqueadores de tumbas, o bien la más maravillosa fuente de saber para un mundo futuro.