“Las únicas asociaciones de escritores que considero útiles y solidarias son las que se establecen mediante el contacto personal y la correspondencia privada entre escritores amigos”, escribía García Márquez en una carta a Carlos Fuentes el 26 de enero de 1967.
Es una de las decenas de misivas que recoge Las cartas del Boom, el amplio volumen que publica Alfaguara con la correspondencia epistolar de Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, los cuatro novelistas más representativos del movimiento que Luis Harss bautizó como “Boom» en 1966 en un artículo de la revista bonaerense Primera Plana.
Han preparado la edición Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos, que afirman en la introducción del volumen:
Es bien conocida la boutade difundida por Borges según la cual la obra más importante de Flaubert es su epistolario. Probablemente nadie se atreverá a decir lo mismo de Las cartas del Boom, pese a ser uno de los libros fundamentales de sus autores -dicho esto desde la perspectiva que hoy tenemos sobre un libro que aparece varias décadas después de ser escrito-. Si los cinco tomos de Cartas de Cortázar son parte central de su obra tanto como Rayuela, lo mismo se podrá decir de este volumen, y de los epistolarios de Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa cuando se organicen. Las dimensiones de esos intercambios fueron recordadas por Vargas Llosa al admitir que «en los bonitos y exaltantes sesenta estoy seguro de haber producido -el verbo lo dice todo- casi tanta papelería como la que descargaba el cartero cada mañana en mi departamento de la rue de Tournon, en París, o, luego, en el de Cricklewood, en Londres. Eran años de intensas conspiraciones políticas y formidables chismografías literarias». La importancia de esa «papelería» fue remarcada, con su habitual hipérbole, por García Márquez: «Nuestro verdadero destino está en la literatura epistolar» (2 de noviembre de 1968). Para encontrar un ejemplo paralelo a Las cartas del Boom, y exagerando solo un poco (hay más lenguas), habría que imaginar a Joyce, Proust, Kafka y Faulkner involucrados en una intensa correspondencia en la década de 1920 sobre literatura y política, incluyendo las reacciones a veces instantáneas a las obras de cada uno.
La amplia introducción es un recorrido profundo y panorámico sobre el Boom y su transcendencia literaria a través de la obra de este cuarteto de novelistas, sin duda los de una trayectoria narrativa más sólida y sostenida a lo largo de varias décadas.
Organizadas en dos partes, en dos secuencias cronológicas, la primera, ‘Pachanga de compadres’ (1955-1975), se corresponde con el momento preparatorio y la explosión literaria que supusieron novelas como La ciudad y los perros, Rayuela, La muerte de Artemio Cruz o Cien años de soledad. Precisamente en 1967, el año en que se publicó la novela de García Márquez, es cuando más cartas intercambian los cuatro escritores.
La primera de las cartas de ese año es la que le escribe García Márquez a Carlos Fuentes el 26 de enero. Se leen allí estas líneas:
La novela latinoamericana batió todos los récords de venta el año pasado en Colombia según recortes de prensa que acabo de recibir. Los libros más vendidos fueron La ciudad y los perros, Rayuela y La muerte de Artemio Cruz. También en primer término quedaron El siglo de las luces y los míos. Esto quiere decir que nuestro público está respondiendo muy bien.
Y termina así:
¿Y tú qué haces, cabrón? ¿Cuándo se publican tus novelones? En mi casa sigues siendo un ídolo, remoto pero siempre presente, y cada vez aumentan más nuestros deseos de verte.
Un enorme abrazo,
Gabo
La segunda parte, ‘Fin de fiesta’ (1976-2012), que refleja la desintegración del grupo a causa de sus desavenencias personales y sus desencuentros políticos, arranca de esta reflexión: “¿Cuándo se acabó el Boom? Según el consenso de la historia literaria, la publicación de Terra nostra, de Carlos Fuentes -la más «totalizadora» de las novelas de la época-, en noviembre de 1975, nos daría el evento y la fecha más apropiados para señalar su final literario, meses después de la publicación de El otoño del patriarca, de García Márquez. Las dos novelas habían pasado por un infierno de reescrituras que duró entre 1967 y 1975. Terra nostra reconcilió en cierto sentido las historias y las literaturas de América Latina y España.”
Entre dos cartas de Carlos Fuentes, la inicial a Cortázar, el 16 de noviembre de 1955, en la que le pide una colaboración para la revista que dirigía, y la final a García Márquez, el 14 de marzo de 2012, para felicitarle por sus 85 años, este volumen reconstruye la intrahistoria literaria y humana del Boom a través de la abundante correspondencia -207 misivas- cruzada entre sus cuatro mejores escritores:
El Boom, un fenómeno cultural de significación mundial, fue a la vez una coyuntura y una cristalización, la culminación de medio siglo de evolución literaria en ese continente periférico y desconocido, América Latina, y al mismo tiempo, en la relación entre estos cuatro escritores, una situación única y fascinante: un momento (un eterno presente segundo tras segundo), un movimiento (o estilo), un grupo (como los Beatles, otro fab four de la época), un club (como el Pickwick Club, del que Cortázar fue maestro de ceremonias), una hermandad (la Orden de los Caballeros de la Mesa Cuadrada, quizás), una alianza (provisional, como demostrarían posteriores acontecimientos y conflictos políticos), un juego (rayuela, póquer, sparring, Monopoly), una competencia (amistosa), una rivalidad (menos), un debate (interminable), una fiesta (sobre todo latinoamericana), una celebración (de compadres), una apoteosis (también de la novela latinoamericana) y, por encima de todo, muy sencillamente, un cuarteto (masculino) dedicado a debatir el enfoque literario y político de un continente entero en su época más decisiva, más emocionante, más optimista y -durante un tiempo, porque nada dura para siempre y los años setenta serían totalmente diferentes- el momento más utópico de su historia moderna.
Esas cartas reconstruyen y articulan en su conjunto un tejido humano y literario a través de un diálogo epistolar que trata de política y de literatura, de la celebración de los libros y la amistad. Un diálogo que refleja complicidad y cercanía, identidad literaria, proximidad ideológica y camaradería compartida entre los cuatro escritores: “Cortázar es Julio y al calor de la amistad es también «Sumo Cronopio»; Fuentes es Carlos y «Águila Azteca»; García Márquez es Gabo y «el Coronel»; Vargas Llosa es Mario y «Gran Jefe Inca».”
Y por eso, entre la memoria y la autobiografía, “las cartas del Boom es más que una colección de misivas: es una narración continua de picos dramáticos, cómicos y aun tragicómicos, una relación de prodigios que despliega al máximo las afirmaciones, negaciones y contradicciones de cuatro novelistas latinoamericanos.”
Dos magníficos apéndices, uno con once ensayos y entrevistas y otro con siete declaraciones colectivas sobre asuntos políticos, aportan materiales que iluminan y complementan las relaciones entre los cuatro autores y las opiniones mutuas sobre sus libros y los de los demás: “Rayuela, de Julio Cortázar. Un libro mayor” y “Cien años de soledad: el Amadís en América”, de Vargas Llosa; “Macondo, sede del tiempo”, de Carlos Fuentes; o “Carlos Fuentes dos veces bueno”, de García Márquez.
Cierra el volumen una meticulosa cronología que refleja los momentos esenciales de la evolución del Boom y de la relación personal entre estos cuatro narradores.
Porque, como señalan los editores en la introducción,“este es un libro histórico. Sus editores creemos que su publicación bien merece una pachanga. Será leído mientras exista y se estudie la literatura latinoamericana -o la literatura a secas-. Es la reunión, por primera vez, de la correspondencia entre los cuatro principales novelistas del Boom latinoamericano: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Los dos últimos recibieron el Premio Nobel, y los dos primeros lo merecían; a nadie hubiera sorprendido que lo obtuvieran. Esta conversación entre cuatro amigos brillantes y exitosos nos ofrece un acceso sin precedentes a sus relaciones personales y colectivas, con todos sus encuentros y desencuentros, y nos abre una ventana privilegiada a la literatura y la política latinoamericanas, especialmente durante un periodo crucial de su historia moderna, entre 1959 y 1975.”
De algo parecido hablaba Ricardo Piglia cuando en El último lector afirmaba que “el interminable fluir de la correspondencia entre Kafka y Felice Bauer -como ha dicho Canetti en El otro proceso de Kafka- es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la literatura.”